Una mesa, una silla, una taza y un libro. A la vista de un público que apuraba las horas, dos actores, un piano, un técnico y una mesa llena de cachivaches. Eso es lo que se veía en escena en el simulado escenario de la Sala 1 del Centro Coreográfico Canal. Una de las cosas que la pandemia arrebató a la Cultura fue la posibilidad de estrenar esta obra en mayo en la Sala Negra de los Teatros del Canal, que ahora se reinventan con esta nueva localización para dar cobijo al que es el cuarto trabajo del grupo teatral colectivo Armadillo.
Frente a la expectación de los 30 espectadores que, finalmente, llenaron todas las sillas plegables la sala arranca ‘66 ejercicios de estilo‘, la versión teatral del célebre libro de Raymond Queneau. La premisa de la obra, tal como ocurre en el libro, es una situación visiblemente anecdótica que, de primeras, parece no tener mucho trasfondo. Sin embargo, el grueso de este proyecto no radica precisamente en el qué, sino en el como.
’66 ejercicios de estilo’ pretende sembrar en el espectador el debate sobre si el estilo es o no relevante, no solo en la escritura, sino en las representaciones teatrales. Repitiendo mecánicamente la misma situación o el mismo diálogo a priori banal, se fueron creando diversas atmósferas, diversas formas de contar una misma historia. Todo ello acabó por evidenciar que, efectivamente, todo varía según cómo se cuente.
Así, en las 66 variaciones que hicieron de la misma situación, hubo espacio para la cotidianeidad, la risa, el drama y hasta el recuerdo de clásicos del teatro como Chéjov, Shakespeare o Lorca. A través del juego con diversos objetos, diversas posiciones y hasta con su propio cuerpo, Jesús Barranco y Raúl Marcos supieron crear ese debate entre el respetable, evidenciando con sus variantes que no es inocente la forma en la que se cuentan las cosas.
La representación, si bien a veces daba la sensación de ir con un ritmo lento y mecánico, tuvo también sus momentos interactivos con el público. Estas participaciones no solo evidenciaron la capacidad actoral de los representantes, que tuvieron que improvisar según le iban indicando los allí presentes en el momento, sino que volvieron a demostrar cómo de un mismo texto en apariencia simple puede salir infinidad de historias, basta con variar la intención, el entorno y hasta la expresión no verbal para ello.
’66 ejercicios de estilo’ es una forma curiosa de ver una obra ya curiosa en sí sobre las tablas, y de traspasar un objeto de reflexión tan etéreo como presente, como es el estilo, del libro a la representación frente al espectador. Aunque algunas de estas variaciones pudieron resultar un poco monótonas, el trasfondo general de la obra, junto con otras que sí resultaron por ejecución y recurrencia formidables, consigue el objetivo que tiene tanto la obra original como la ejecutada por colectivo Armadillo: cuestionar la importancia del estilo y poner sobre la mesa que, a la hora de comunicar y comunicarnos, no todo son las palabras.