Habría quienes seguramente dudarían, se apresurarían, maldecirían y tratarían de protestar con todas sus fuerzas contra lo inevitable. Nosotros optaríamos en su lugar por otra fórmula. Una vez que hubiéramos vestido nuestro corazón, nuestra alma, y adornado nuestro interior con todos los recuerdos de nuestra vida, nos pondríamos nuestras joyas y prendas más hermosas y nos entregaríamos al momento de la existencia y al sentimiento de gratitud por la cantidad de experiencias vividas.
Reunida una gran multitud, celebraríamos todo lo que llamamos vida: comunidad, humanidad, amor, respeto, aceptación, alegría y dolor por igual. No es momento de intrigas, de intereses ni egoísmos; solo los sentimientos sinceros que nos dan forma tienen cabida aquí. Desde la tristeza, la decadencia, el miedo, la ira o la desesperación, hasta la alegría, la felicidad, la esperanza o el amor. Los sentimientos que unen, formando un todo. Es tiempo de aliarse y olvidar la individualidad.
Decoremos nuestra ropa con las cicatrices de nuestras heridas físicas y mentales, reflejo de lo que hemos sufrido a lo largo de nuestra vida. Después de todo, ¿qué nos hace mejores? Un resultado final notablemente positivo del dolor y el sufrimiento: curación, desarrollo y cambio. Estemos orgullosos de nuestras cicatrices y levantémoslas , apreciémoslas, porque son parte de nuestra vida. Dejemos que ellas constituyan nuestro mejor vestido. Pongámonos también nuestras joyas, reflejo de nuestra vida cotidiana. Objetos de nuestros recuerdos que nos trasladan al pasado, a una experiencia particular que llena nuestro corazón de calidez.
Que todo esté en su lugar: las malas acciones que cometemos, la forma irresponsable en que vivimos y contaminamos nuestro propio entorno. Pero además de éstas, reconozcamos nuestros valores, los logros de la humanidad y los lazos emocionales y físicos que nos unen. Y al dar gracias por todo, celebremos el momento de la existencia, olvidándonos de nosotros mismos, como si no hubiera un mañana. Como si hoy fuera nuestro último día en la Tierra.
La colección “LAST DAY ON EARTH” es el resultado de una reflexión de MARLO STUDIO basada en la idea del posible último día de nuestra vida. El concepto confiere mucha libertad, tanto en la implementación estilística como en la técnica.
En cuanto a los tejidos, la colección abarca una amplia gama de materiales: organza, algodón, vinilo, etc. Los colores de la paleta simbolizan cada elemento. El marrón es el color de la tierra, la base. El negro simboliza la oscuridad, el miedo y la desesperanza, lo que también puede significar desesperación relacionada con los últimos minutos de nuestra vida. El rojo es el color de las cicatrices; la sangre, la vida y las emociones. El vinilo brillante es un símbolo del estilo futurista de la marca.
Además de los colores puros, la colección también incluye un patrón impreso. La superficie de petróleo refleja las influencias ambientales. El color verde que se encuentra en él es un símbolo de esperanza. La aparición de un aceite crudo en la prenda simboliza esta simbiosis improductiva, la aterradora interacción entre el hombre y el medioambiente que ha destruido. Queda igualmente reflejado en los patrones de las camisetas de la colección: las fuerzas de la Tierra (lava), la contaminación del medioambiente (petróleo) y la extraña simbiosis destructiva entre el hombre y su espacio vital (rostro femenino cubierto de petróleo: belleza y autodestrucción).
Las cicatrices están representadas por perlas y detalles, hechos a mano por Marcio y Zsolt, como símbolos de valor y estima. Las cicatrices son simbólicas, y hacen referencia a una lesión física o mental, como un dolor de corazón (corazón roto) o heridas de bala, que simbolizan la lucha por una buena causa. Debemos también mencionar las heridas de la rodilla como símbolo de humildad, o simplemente las cicatrices que se refieren a Cristo, representación del autosacrificio.
La joyería es una mezcla de material de vestir, perlas y objetos cotidianos. Pequeños objetos que forman parte de nuestra vida que, perdiendo su insignificancia, toman un papel relevante convirtiéndose en el alma de las joyas. O en otros casos, la carga emocional y el apego asociado con los objetos justifica que una persona los convierta en joyas, se las coloque con orgullo, decida y asuma qué es importante y con qué se quiere adornar.