A la mayoría de nosotros nos gusta ser estilosos y seguir las numerosas tendencias que nos persiguen a lo largo del año y que, desgraciadamente, afectan de forma directa a nuestro bolsillo. Algunas de ellas incluso nos hacen daño. Todas recordamos las sandalias de piel de serpiente de Zara que se convirtieron en un fenómeno viral por las quemaduras que nos provocaban en el empeine del pie. Otras tendencias, sin embargo, nos uniformizan. ¿La chupa de cuero amarilla os dice algo? Porque hasta Vogue se sirvió de ella para crear un fashion drama. Y otras, por suerte, ni siquiera vuelven. ¿Os acordáis de los calentadores? Porque nosotros estamos haciendo conjuros para que a nadie se le ocurran traerlos de vuelta.
Emergen tendencias tan disparatadas, tan locas, y tan sacadas de órbita que, por suerte, no atentan contra nuestro sentido común. Con la llegada del verano, que este año parece no querer honrarnos con su presencia, buscamos el estilo incrustado en la comodidad y en lo práctico. Una de las prendas más importantes de nuestros armarios y que nos ayudan a completar nuestros looks son los zapatos. Algunos los llevamos desde bien temprano y perfectamente podemos deshacernos de ellos bien entrada la noche. Actualmente, es impensable llevar un zapato durante todo el día que nos haga daño o que nos obligue a tener que descansar. Por eso, el año pasado, y sobre todo este, la chancla se ha convertido en una de las heroínas de la película. Es como si llevaras zapatillas de estar por casa. Es versátil, dado que puedes usarlas tanto como para el día, como para la noche; para ir a la playa y para tomar una cerveza en una terraza.
El problema viene cuando una moda trata de reiventarse demasiado. Es como las películas o las series. Cuando tratan de alargar el final con decenas de capítulos extras que no hacen falta o convierten una película en siete, normalmente pierden el hilo del argumento y dejan de tener sentido. Con las chanclas ha pasado pasado lo mismo. A alguna mente brillante en medio de una borrachera se le ocurrió la ingeniosa idea de integrarle un bolsillo.
Nosotros nos preguntamos, ¿era necesario? ¿Necesitamos que nuestras chanclas se conviertan en una riñonera minúscula? Solo con las llaves llevaríamos el pompón de Campanilla encima de nuestros pies. ¿Estéticamente es viable? ¿Se convertirán estas chanclas en los nuevos calentadores? Francamente, nosotros esperamos que sí. ¿Qué opináis vosotros?