Si por un momento pensamos en la identidad de Agatha Ruiz de la Prada nuestra mente se llena de color y surrealismo a partes, estos dos elementos han sido siempre los protagonistas en todas sus colecciones y en esta temporada no iba a ser diferente. Con su colección más grande hasta el momento (54 diseños) la firma presenta una colección divertida y vibrante.
Con la influencia de los años 80, las prendas pasaban de las medias de colores y jerseys de purpurina a vestidos cortos y muy abiertos en la falda, además de un elemento clave de esta década, famosa por la exageración y lo excéntrico y por llevar la moda al extremo, las plataformas. Como elemento innovador ha incorporado las prendas deportivas como el chandal o las icónicas mallas de colores, que no hemos parado de ver en el streetstyle más internacionales, además del brillo y los tejidos metalizados ya que como siempre ha afirmado la diseñadora “El color es mi arma para huir de la depresión”.
Colores llamativos, volantes, estampados desde lunares hasta cuadros y rombos, corazones, volumen y mucha purpurina han sido las tendencias de esta nueva colección convirtiéndose una vez más en una de las diseñadoras más arriesgadas del país. Para despedir el desfile no podía faltar el icónico baile de Agatha junto con las modelos y todo el equipo de la firma, consiguiendo así convertir la pasarela en una auténtica fiesta de la que todos fueron partícipes.
En mi opinión, es una de las firmas consagradas más importantes a nivel nacional e internacional, con unas características que la hacen única y es por eso por lo que sigue teniendo éxito. Es imposible no reconocer sus prendas ya que están llenas de personalidad y cualidades que sólo se identifican con la firma de Agatha Ruiz de la Prada.