Malasaña se viste de gala, con traje de cola y muchos lunares. Ha llegado el domingo, pero ese domingo que tanto gusta a las personas que disfrutan del verdadero arte del flamenco. Y solo hay una forma de celebrarlo por todo lo alto: en el Teatro Flamenco, en ‘Domingos de vermut y potaje’.
¿Te gusta el vermut? No te preocupes, este te va a encantar. Porque el ambiente acompaña: el olor a incienso, entremezclado con el aroma a canela, los invitados que se dejar llevar por las palmas que acompañan a la música de fondo, el gran telón rojo y las ganas que tenemos de que Maui de Utrera aparezca tras el telón.
Pues os voy a contar una cosa: aparece por delante. Porque a esta cantaora le van las entradas triunfales; y con un atuendo, extravagante y barroco (como mínimo), desfila entre todas las mesas, rozando a sus espectadores con los volantes (¡y las capas!) de su vestido y un manojo de acelgas pochas.
Entonces, el escenario se convierte en esa fotografía que no puedes dejar de mirar. El exceso y el arte, envuelto en un guion ingenioso y en una espontaneidad nata, calan en los afortunados de la sala. Porque nuestra Maui los embauca con ese tono aterciopelado, esos silencios medidos y ese ‘me lo he colocado todo’ que a las editoras de moda tanto nos gusta. Y aunque, en un primer instante, la escena pueda resultar algo caótica, por no decir abrumadora, respira, porque lo mejor de ‘Domingos de vermut y potaje’ es que todo está muy bien situado. Hay espacio para todo, y dentro del caos hay orden.
Aunque, la escena pueda resultar algo abrumadora, respira, porque lo mejor de ‘Domingos de vermut y potaje’ es que todo está muy bien situado. Hay espacio para todo, y dentro del caos hay orden
No obstante, que os quede claro una cosa: lo mejor de este espectáculo es el guion. Da tiempo para hablar de todo: desde las redes hasta la falta de empatía y humanidad que la sociedad está empezando a compadecer. Pero todo ello llevado a un terreno cómico que te sorprende y te hace reír. Además, Maui cuenta con tres apoyos que cantan, tocan las palmas (la guitarra) y la levantan del suelo cuando es necesario.
Da tiempo para hablar de todo: desde las redes hasta la falta de empatía y humanidad que la sociedad está empezando a compadecer. Pero todo ello llevado a un terreno cómico que te sorprende y te hace reír
Su invitado, Mauro Muñiz, tampoco nos deja indiferente, ya que su canción ‘Gilipollas’, es un grito de guerra a todos esos integrantes de nuestra familia y amigos que, aunque los queramos, son gilipollas perdíos.
Y hacia el final de la obra, por si el vermut no te había saciado, la olla de potaje se coloca en el centro. Los artistas con más arte de España bailan y tocan las palmas alrededor de ella, algo que solo entiende quien ha mamado esta maravilla de género.
En definitiva, un espectáculo de domingo que nadie debería perderse. Pasen y vean, ‘Domingos de vermut y potaje’, en el Teatro Flamenco de Madrid.