A menudo, la adjetivación que utilizamos es heredera de esos dejes cisheteropatriarcales que nos han inculcado. Realmente no tenemos la culpa nosotros, pero es un hecho que se encuentra a la orden del día en casi cualquier sección o escrito que leamos.
Según un informe de Harvard Business Review “las palabras específicas usadas para describir a hombres y mujeres difieren. El término positivo más comúnmente utilizado para describir a los hombres fue analítico, mientras que para las mujeres fue compasiva. El término negativo más comúnmente utilizado para describir a los hombres era arrogante, mientras que para las mujeres era inepta, a pesar de que las actuaciones de los hombres y las mujeres eran objetivamente las mismas”.
Podemos aplicar esta regla de 3 a todos los ámbitos de la vida. No hay más que ver los adjetivos que utiliza Disney para describir a las mujeres malvadas de sus películas. Cenicienta necesitaba un príncipe apuesto para que la rescatase de las manos de la madrastra y hermanastras envidiosas. Necesitaba un caballero de bien. Aurora requería la presencia también, de un príncipe azul que la despertase del sueño en el que la bruja maléfica la había sumido. Y así con otros tantos ejemplos.
Los hombres son descritos con palabras que, en general hacen referencia a su comportamiento. Arrogante, creído, valiente, irracional…La descripción de las mujeres está basada en aspectos físicos tales como guapa, sexy, hermosa, pibón, fea…
El departamento de Informática de la Universidad de Copenhague afirma que “los verbos negativos asociados con el cuerpo y la apariencia se usan con una frecuencia cinco veces mayor para las mujeres que para los hombres. Los análisis también demuestran que los adjetivos positivos y neutrales relacionados con el cuerpo y la apariencia ocurren aproximadamente el doble de veces en las descripciones de las mujeres, mientras que los hombres se describen con mayor frecuencia utilizando adjetivos que se refieren a su comportamiento y cualidades personales”.
Nuestro género no debería de ser determinante a la hora de evaluar nuestras cualidades como personas. Sin embargo, seguimos viviendo en una sociedad en la que las mujeres parece que siempre tenemos que estar perfectas, al menos en cuanto a aspecto físico se refiere. No es justo que se evalúen nuestras capacidades de diferentes formas, pero es algo que tenemos tan arraigado que es difícil de cambiar. Recordad que aun que sea complicado, lo malo está para cambiarlo, no para propiciarlo más.