Acabar los días (y comenzar el fin de semana) en el teatro es algo que, sin duda, me encanta. Sobre todo, si volvemos a sentir ‘La Llamada’, esta vez un jueves y con una incorporación – como mínimo, mínimo – especial: Yolanda Ramos como La Madre Bernarda.
Con este titular, puede que algunos y algunas no necesiten más, pero, de verdad, es mucho mejor de lo que suena.
Como siempre, el Teatro Lara se llena de una marabunta de ansiosos que entran emocionado – y casi a trompicones – en la Sala Cándido Lara, porque sí, al igual que nosotros, ellos también quieren sentir ‘La Llamada’.
Una neblina aromatizada (y más espesa de lo normal) nos avisa de que el Campamento La Brújula está listo para comenzar. Desde las escaleras, infinitas e iluminadas, un Dios country (el adjetivo viene por sus chaquetas y sus timbres altos) despierta a María Casado – esta noche Andrea Guach – del sueño al que se había sumergido.
Y el argumento comienza: dos niñas de diecisiete años se reúnen en un campamento de Monjas para vivir un verano inolvidable. Sin embargo, en el transcurso de los días – y gracias a una trastada musical – Susana Romero y María Casado tendrán que enfrentarse a quiénes son, a lo que quieren hacer y, sobre todo, a quiénes querrán ser mañana.
No por nada, sino porque una de ellas ve a Dios, y este le canta canciones de Witney Houston. Un argumento, como veis, un tanto disparatado pero que, contra todo pronóstico, triunfa. Y los motivos pueden ser diversos:
Un argumento, como veis, un tanto disparatado pero que, contra todo pronóstico, triunfa
Para empezar, por la calidad y producción musical. ‘La Llamada’ presume de grandes voces, buenas canciones y pocas notas fueras de tono.
Por otra parte, la fotografía es muy bonita. El juego de luces, la música en directo y los momentos de máxima emoción están muy bien marcados y siempre en su sitio. Da igual que se salten el guion, que siempre vuelven al momento crucial con elegancia y sin que sea forzado.
Y por último, por su reparto. El reparto es muy bueno. Da igual la noche que vayas, da igual quien haga de María, Susana, Bernarda o Milagros. Dentro de las combinaciones que hagan que sientas una experiencia (casi religiosa), la química entre todos ellos es real.
Pero hoy, La Madre Bernarda merece unas líneas, porque hemos tenido el privilegio de que sea, nada más y nada menos, que Yolanda Ramos. Una mujer (única en su especie) que ha conseguido levantar a todo el teatro y que produjo, sin el mínimo aparente esfuerzo, agujetas en el estómago de tanto reír.
Un acento catalán, una chanclas con calcetines y una mochila a lo Dora la Exploradora. Yolanda Ramos se transformó en la Madre Bernarda
Fue tan real y tan disparatado que apenas nadie pudo distinguir que la actriz y humorista se colocó un acento campestre (y, al parecer, catalán) con el que deslumbró desde el primer minuto.
A pesar de todo, y por si fuera poco, durante toda la función, Yolanda Ramos apareció con una mochila a lo Dora la Exploradora con un montón de cachivaches colgando (entre ellos, una cantimplora en la que se sentó encima) y unas chanclas con calcetines que le dio un aspecto muy singular.
Tanto, que hasta el mismo Dios se sintió incapaz de terminar su número final. Algo comprensible, teniendo en cuenta que, contra Yolanda Ramos, señoras y señores, nadie puede.