A víspera de comenzar el mes de diciembre, nuestra ciudad se pone triste. Tanto, que su cielo se ennegrece y comienza a llorar sin desconsuelo. Y mientras intentamos resguardarnos del berrinche de Madrid (caprichosa como solo las grandes capitales de Europa lo son), los portones rojos de Corredera Baja de San Pablo se abren de par en par.
Pero la visita de hoy es algo más especial que de costumbre. Hoy no vamos a ver ninguna obra en concreto, hoy vamos a conocer la historia de lo que muchos ya consideran uno de mis lugares de culto: La Bombonera de Don Cándido, en el Teatro Lara.
Pero, “¿a quién se le ocurre hacer un teatro en barrio excéntrico, de acceso difícil, sin tranvías próximos y entre callejuelas angostas y poco simpáticas? Va al fracaso seguro, por meterse donde no le llaman”; nos sorprende uno de los actores. Porque si algo tiene de especial esta visita, es la teatralización de la misma.
¿Pero a qué viene este inicio? Os lo explicaré, porque así lo vaticinó en su crónica un redactor del diario ABC el día del estreno del teatro – y se quedó tan ancho. “Ignoro la valía del periodista, pero desde luego dotes para la adivinación no tenía… Y es que la Bombonera de Don Cándido Lara sigue levantando el telón cada día desde que lo hiciera por primera vez un 3 de septiembre de 1880”; añade. Y una cosa os diré: si se os olvida la fecha, pensad que es la misma que la del turrón.
¿Y por qué justo ahora se da comienzo a estas visitas?; os preguntaréis muchos. Entre ellos, yo. La razón es simple: son ciento treinta y nueve años de aplausos corriendo calle abajo por la Corredera de San Pablo; ciento treinta y nueve años latiendo en los actores, directores, sastres, regidores y aquel señor bajito que siempre andaba apuntando; ciento treinta y nueve años de encuentros trasnochados, de comedias hilarantes, de mil dramas sufridos por actores bien amados; butacas, candilejas, tramoyas, decorados…
Ciento treinta y nueve años en los que se funden lo vivido y lo soñado, lo aplaudido y lo pitado, lo real con lo falsario
Ciento treinta y nueve años en los que se funden lo vivido y lo soñado, lo aplaudido y lo pitado, lo real con lo falsario. En definitiva, ciento treinta y nueve años de uno de esos lugares míticos por mágicos, en los que el tiempo se mide sin futuro y sin pasado, detenido en el presente que se está representando. Y eso merece un homenaje, ¿no?
La Bombonera de Don Cándido es un recorrido que abarca todos los entramados, entresijos y secretos de este maravilloso teatro. Entre ellos, su palco, su saloncito; el parnasillo donde los autores peleaban sus escritos, y el olor a maquillaje de los camerinos. La tramoya, los retales de telones, los angostos pasillos… Y, a lo mejor, hasta sus fantasma.
Porque esa es otra… Este teatro tiene fantasmas, como el de ‘La Bruja’, nuestra querida Lola Membrives. Pero no solo eso, sino que también pudimos ser testigos de sus leyendas, sus pasadizos y el Palco Real – que ya era hora que me invitarais a ser la reina, todo hay que decirlo.
Con dinamismo, gracia, salero y mucho arte, nos contaron detalles que, como espectador, pueden pasar desapercibidos, como el hecho de que personajes famosos, y no tan famosos, apadrinaron una butaca
Además, con dinamismo, gracia, salero y mucho arte, nos contaron detalles que, como espectador, pueden pasar desapercibidos, como el hecho de que para el cambio del patio de butacas, personajes famosos, y no tan famosos, apadrinaron una butaca; idea de nuestra querida Aitana Sánchez Gijón. Así, las butacas nuevas tienen una plaquita con la persona que las apadrinó. Bonito, ¿verdad?
Pero sin duda, mi momento favorito fue cuando nos situaron en el escenario y levantaron el telón. Una experiencia que recomiendo a todo el mundo.
Por lo que, dicho esto, solo me queda decir que pasen, vean y disfruten de los secretos del Teatro Lara en sus visitas teatralizadas de la Bombonera de Don Cándido.