El pasado marzo se estrenó la película número 21 del director manchego, Dolor y Gloria, una apuesta íntima y personal que no ha dejado indiferente a nadie. En ella cuenta la historia de Salvador Mallo, un director de cine que se encuentra en un momento de su vida de receso obligado provocado por la enfermedad, el dolor y la soledad derivada de estos, donde hace un recorrido por su vida: su infancia, su madre, sus historias de amor truncadas y su trayectoria profesional, llena de triunfos y fracasos.
La filmografía de Almodóvar se caracteriza por los tintes autobiográficos que salpican todas sus películas. Sin embargo, Dolor y Gloria es, quizás, la más fiel a la vida del director, pues, bien si existen muchas licencias artísticas y no se trata completamente de una autobiografía de éste, en la película vemos numerosos reflejos de la historia del director. Por ejemplo, muchas las dolencias que padece Mallo y que tanto protagonismo abarcan durante la película son enfermedades que el propio Pedro sufre y que han condicionado en numerosas ocasiones su vida y su carrera. Este dolor es transmitido a través del personaje, que llega incluso a refugiarse en la heroína (droga que el director admite jamás llegó a tomar), y que trata de amenizar su explicación a través de los dibujos de Juan Gatti.
Pero la fidelidad del relato no reside solo aquí. Recuerdos de su infancia como la escena de las lavanderas en el río, en la que destaca la aparición de la cantante Rosalía, el momento en el que la madre le recuerda cómo debe amortajarla, la importancia de los años 80 en el desarrollo personal y artístico del director, la relevancia de Mercedes, interpretada por Nora Navas y reflejo de Lola, la asistente y confesora de Pedro, o incluso la decoración del apartamento de Salvador, casi una copia exacta de la del propio Pedro. Todos estos detalles, entre muchos otros a lo largo de la película, son directamente extraídos de la vida del manchego, lo que aporta un matiz de realismo y verdad a la producción.
La grandeza de la película recae, además de en el papel del director y en la verdad que refleja su historia, en la interpretación de los diferentes protagonistas. El personaje del director de cine es encarnado por Antonio Banderas, que sorprende por lo sublime de su interpretación, pero también por el parecido que llega a tener con el propio Pedro. Aunque el director ha contado en varias entrevistas que Banderas tenía vía libre para imitarle en caso de necesitarlo, el malagueño decidió construir el personaje de cero, pese a la gran impronta que se deja ver de su maestro, fruto de una vida trazada mano a mano el uno con el otro. La melancolía y los recuerdos de un pasado que vuelve y duele se hacen presente en cada gesto de Banderas, que se corona como la interpretación masculina del filme, sin hacer de menos el trabajo de Leonardo Sbaraglia, Asier Etxeandia o Asier Flores, que encarna la infancia de Salvador.
El papel de la madre es otro recurso habitual en las películas de Almodóvar. Todo sobre mi madre, Volver o La flor de mi secreto son películas donde la figura materna cobra especial protagonismo, y en Dolor y Gloria no iba a ser menos. Es bien sabido que, para construir estos personajes, el director toma de ejemplo la figura de su propia madre, tan importante para él, a veces más o menos fiel, pero siempre siendo su modelo. En esta ocasión, esta responsabilidad recae en Penélope Cruz, que se mete en la piel de esa madre de posguerra luchadora y valiente, capaz de hacer lo que sea por sacar adelante a su hijo, y en Julieta Serrano, una mujer con mucho vivido a sus espaldas, testaruda y en constante conflicto con su hijo. Una de las escenas más duras y a la vez bellas de la película está protagonizada por Banderas y Serrano, cuando ésta le dice que no ha sido un buen hijo, y éste pide perdón por ser como es. Si bien es cierto que el director ha confesado que jamás tuvo este tipo de conflictos con su madre, con esa confesión se libera del peso de muchos años sintiéndose un “bicho raro” que no consiguió liberarse hasta no llegar a Madrid. Es, precisamente, esta ciudad la que le construye tanto en la ficción como en la realidad.
Por todos estos detalles y por muchos otros que encandilan al espectador, Dolor y Gloria ha sido muy aclamada por la crítica, como se refleja en las numerosas nominaciones a importantes premios del cine que ha recibido. Entre ellos, cabe destacar las 15 nominaciones a los Premios Goya, entre las que destacan Mejor película, Mejor director o Mejor guion, las dos nominaciones a los Globos de Oro por Mejor película de habla no inglesa y Mejor actor para Antonio Banderas, las 10 nominaciones en los Premios Feroz, las 4 en los Premios del Cine Europeo o el título a Mejor Película de 2019 por la Revista Times. Pero, sin duda, lo más destacado es que ha logrado ser semifinalista para los Oscar, cuyas nominaciones se anunciarán el 13 de enero de 2020. No sería el primer Oscar que gana Almodóvar, pues a lo largo de su historia se ha hecho con dos: Todo sobre mi madre y Hable con ella.
Debido a todos estos motivos, al reconocimiento y a la grandeza del trabajo del director, así como a lo sublime de las interpretaciones y la pureza que refleja su historia, suponiendo un goce absoluto para aquellos que comprendan y se sumerjan en el universo Almodóvar, en Hoy Magazine hemos decidido otorgarle, merecidamente, el premio a Película del Año, que seguro pasará, como toda la obra del director, a la posteridad