Diciembre es un mes muy especial, terminamos las odiosas clases, los eternos días de trabajo y llegan las vacaciones que llenan la casa de familiares y amigos. De pronto, todo el ambiente desprende esencia navideña. Pero algunos lo viven más que otros, en concreto los habitantes de Gubbio, una antigua ciudad medieval situada al norte de Italia.
Gubbio es una ciudad custodiada por el monte Ingino y atravesada por el río Camignano que, desde 1991, aparece en el libro Guiness de los Records por tener el árbol de navidad más grande del mundo. Con una superficie de 1.000 m², 650 metros de altura y 350 metros de ancho, este árbol, lejos de convencionalidades, está compuesto por casi un millar de luces de colores que le dan esa forma a lo largo de la pendiente del monte.
Esta tradición, que se ha mantenido durante casi cuarenta años desde 1981, comenzó como un pequeño homenaje a la celebración del día de la Virgen de la Inmaculada Concepción. Esta conmemoración de luces a la patrona de la ciudad de San’t Ubaldo permanece casi un mes desde el 7 de diciembre hasta el 12 de enero.
Además, cada Navidad una entidad o una persona es la encargada de darle luz al árbol. Y aunque el primer encendido se celebró de una manera casi privada, con el paso de los años se ha convertido en un acontecimiento que nadie se quiere perder. Tal es su importancia, que en 2014 fue incluso el Papa Francisco el encargado de poner en marcha el alumbrado.
Pero esta decisión tan importante no se toma tan a la ligera. Desde 1992 existe un comité, formado por unos 60 miembros de todas las edades, que seleccionan la persona o personas encargadas de esta tarea.
«La iniciativa “adopta una luz” permite que cualquier persona, que realice una donación de 10 euros, adquiera una luz del árbol y se la dedique a quien quiera»
Aunque para tarea la que tienen que hacer los jóvenes alberaioli (palabra que se utiliza para nombrar a los voluntarios que realizan el montaje del árbol). Con un total de 2.100 horas de trabajo para el ensamblaje de la figura, los voluntarios deben coger un neón, trepar el tronco, conectar el neón a un árbol, bajar el cable y finalmente conectarlo al neón del siguiente árbol.
Pero, sin duda alguna, una de las cosas más curiosas de esta tradición es que se puede “adoptar” una luz cada año. La iniciativa “adopta una luz” permite que cualquier persona, que realice una donación de 10 euros, adquiera una luz del árbol y se la dedique a quien quiera. Además, desde la web oficial cada usuario puede visualizar las luces “compradas” y las dedicatorias que han hecho este año.
De este modo, la cantidad de dinero que se recaude irá dedicado de manera integra para los gatos de electricidad del árbol. Una electricidad, que, aunque a priori podría parecer que supone una alta inversión económica y un gran impacto en el medio ambiente, no es así.
Desde el Gubbio se toman muy en serio el cuidado del planeta, por lo que casi toda su energía empleada en las luces es renovable. Todo ello es gracias al suministro eléctrico que proviene de la presa ubicada en la Garganta de Furlo. Se trata de un largo estrechamiento natural por donde discurre el río Metauro, catalogado desde 2001 como una reserva natural nacional.
Por ello, aunque el Gubbio no parezca ser el destino habitual frente a las grandes ciudades italianas como Roma, Florencia o Venecia, es una ciudad que tiene numerosos encantos por los que merece la pena hacer una parada en el corazón de Italia.