En la segunda mitad del siglo XIX, el marqués de Esquivel, Lázaro Fernández de Angulo, ordenó construir un palacio en la zona de Sevilla por la que la “gente de bien” de la época solía pasear. Su nombre original, como habrás podido adivinar, no fue el que ahora ostenta en su terreno de 1.800 metros cuadrados, sino un elegante ‘El Recreo de la Alameda’. Se elevó una edificación de estilo francés, con un espacioso jardín y verja de hierro ornamentada, dos plantas nobles y una buhardilla cubierta con tejas de pizarra planas.
El arquitecto Joaquín Rodríguez Ayarragaray fue el encargado del proyecto, que se inició en 1861 y finalizó tres años después. El edificio contaba con un patio central y hermosos jardines afrancesados, aislados del exterior por un muro digno de cualquier novela romántica. En las rampas laterales que daban acceso a la puerta principal se colocaron dos grandes sirenas de bronce sobre pedestales, y otras menores en las jambas de la portada, que dieron origen al nombre popular de ‘La Casa de las Sirenas’.
En un movimiento inesperado, seis años después de finalizarse las obras de la casa, el marqués vendió la casa. Desde entonces y hasta hace tan solo unos años, la Casa de las Sirenas ha tenido diferentes dueños, llegando incluso a ser un burdel. En la década de 1980, su estado de abandono fue tal que incluso llegaron a derrumbarse partes del tejado y la fachada. Además, el pillaje fue manifiesto, siendo sustraídas las puertas de la verja y las famosas sirena, que posteriormente fueron localizadas en Castilleja de la Cuesta, escondidas en el chalet de un conocido anticuario.
Desde su construcción, la mansión ha estado siempre rodeada de un característico aura de misterio. A lo largo de los años, los sucesivos habitantes o inquilinos del edificio aseguran haber avistado extrañas figuras tras las esquinas y haber escuchado todo tipo de golpes, pasos y murmullos. Los vecinos cercanos afirman que en la casa habitaba, de hecho, un fantasma. Al parecer, cuando la acaudalada familia Portilla habitaba allí, uno de sus miembros se habría mantenido en total reclusión hasta el día de su muerte por su condición de homosexual, a modo de penitencia autoimpuesta, a ojos de Dios.
Otra versión, sin embargo, mas probable (y más truculenta) afirma que el enclaustramiento no había sido voluntario, sino que habrían sido sus propios familiares los que, temerosos de que el «pecado» de su pariente saliera a la luz pública, lo habrían encerrado. Hay quienes afirman que además lo mantenían atado para que no se escapase. No se sabe si su muerte fue natural o provocada, pero todos coinciden en que el supuesto fantasma que habita la casa se trata muy probablemente del suyo.
En 1992 el Ayuntamiento de Sevilla, ajeno a amenazas espectrales, adquirió el inmueble y emprendió su ardua reconstrucción. Actualmente, el edificio es la sede del Centro Cívico del Distrito «Casco Antiguo», y en él se realizan numerosas actividades culturales: conferencias, conciertos, exposiciones, etc. Sin embargo, los actuales guardas de seguridad aseguran seguir percibiendo sucesos extraños, desde los clásicos ruidos fantasmagóricos a extraños avistamientos en las caballerizas. Definitivamente, la nueva funcionalidad de la Casa de las Sirenas no parece que vaya a terminar por ahora con su aura oscura. Aunque, la verdad, casi se agradece. Qué es la vida sin un poco de misterio.