La nueva película dirigida por el trío Jon Garaño, Aitor Arregi y José María Goenaga se titula La trinchera infinita. Los dos primeros realizadores son responsables de otra película llamada Handía que triunfó en los Goya de 2017 con 10 premios. El film está protagonizado por Antonio De la Torre y Belén Cuesta, y tiene amplias posibilidades de ganar el premio a mejor película en los próximos Goya, después de ganar en los premios Forqué superando a Dolor y gloria de Almodóvar.
La cinta nos narra más de 30 años de historia de España desde los ojos de un republicano perseguido por los nacionales. Por tanto, el umbral temporal se sitúa entre 1936 (comienzo de la guerra civil española) y 1969 (cuando el gobierno saca la ley de amnistía, exculpando todos los crímenes anteriores a 1939 para ambos lados). La película centra la atención en un aldeano de un pequeño pueblo del sur de España.
La película centra la atención en un aldeano de un pequeño pueblo del sur de España
La primera media hora del film es asfixia: cámara en mano y rodado con movimientos bruscos, como si nosotros estuviéramos corriendo con el personaje, intentando huir de la muerte. Higinio (Antonio De la Torre) es capturado, pero consigue huir, vuelve a su casa dónde permanecerá escondido en un hueco de la pared dónde apenas caben dos personas durante más de treinta años.
La primera media hora del film es asfixia: cámara en mano y rodado con movimientos bruscos
Algo que llama la atención, es que la película está dividida en capítulos no numerados, es decir cada nueva situación que vive el personaje principal es descrita mediante una palabra y su correspondiente definición. Dando lugar a una metáfora entre los términos que utilizamos de forma vana y su aplicación real y emocional.
La película está narrada completamente de forma subjetiva, siempre a través de los ojos de Higinio. La cámara se sitúa detrás de la acción, como un espectador que espera no ser descubierto por las amenazas externas. Esa dirección es acertada porque permite al público involucrarse de forma más activa en la trama y empatizar con el personaje principal.
Sin embargo, uno de los fallos más importante que detecto es su interminable duración. Casi dos horas y media de película de un señor encerrado y que intenta evitar que le capturen es demasiado tiempo. Fácilmente, se podrían haber recortado cuarenta minutos. Toda la primera parte es excepcional, rodada con maestría y un buen ejemplo de cómo generar tensión al espectador. Pero una vez que la guerra civil termina, y el peligro es más mental que fáctico, se vuelve repetitiva, monótona y aburrida.
Una vez que la guerra civil termina, y el peligro es más mental que fáctico, se vuelve repetitiva, monótona y aburrida
Otro elemento que me chirría son las alucinaciones de Higinio provocadas por su soledad, esas apariciones son insustanciales, no tienen relevancia para la trama y distancian al espectador de la dosis de realidad cruel que presencia.
En general, el film es interesante y arriesgado, por lo que suma muchos puntos por esa parte, además de ser un buen testimonio histórico. Sin embargo, su excesiva duración hacen que la parte final se tambalee y deje un regusto amargo. Si estuviera en mis manos la elección del Goya a la mejor película española del año, mi voto iría a Dolor y Gloria.