Tacón, punta, tacón, punta… Y no, no es una clase de ballet, sino de modelaje. Son las 10h de la mañana y la pasarela ya se ha iluminado. Focos, música pegadiza y unos tacones de infarto que se convierten en los enemigos acérrimos de los juanetes.
La profesora habla sobre posturas, tiempos, ritmos y pasos. Por un momento, me da la sensación de que estoy en una clase de danza clásica. Enciende la música y nos hace la primera demostración. Lo hace tan fácil. Parece tan fácil. Es tan elegante, tan fina, tan natural; que cuando inauguro la pasarela (porque me ha tocado a mí como metro y medio que mido) me siento ridículamente exagerada. Siempre he sido un tanto dramática, pero no poder expresar mi energía con una sonrisa es más difícil de lo que pensaba.
Neutra, no sonrías, hombros rectos, brazos detrás de la espalda, llega al final sin caerte, no te mires los pies, cruza las piernas mientras andas, para cuatro segundos, cuatro segundos y no dos y medio, acuérdate de respirar… Y todo eso a la vez. No es fácil, pero recuerda: tacón, punta, tacón, punta.
Aquí todas (y todos, pero me vais a permitir hablar en femenino porque somos mayoría) sabemos a lo que hemos venido. No solo queremos entrar en el libro de los Record Guinness, queremos batir el récord Guinness. Somos cerca de 400 modelos, casi 80 nacionalidades y todo ello para 4 horas de desfile… 4 horas de desfile, 80 nacionalidades, 400 modelos… Es una locura. Puede que una locura caótica. Pero puede funcionar. Es más. Va a funcionar. Y todo ello con la pluma organizativa de la empresaria Olga If.
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Se acerca el gran día. Es 7 de febrero. El día del fitting y del ensayo general. Nos han citado en Panda Club. Desde las 7 de la mañana, las personas encargadas de las luces, el decorado, el escenario… Están ahí. Trabajando sin descanso, montando la pasarela. Y el lugar no deja de ser una discoteca que, muy posiblemente, acabe de cerrar. Se respira cierta fragancia a almizcle y suciedad. Pero mañana todo estará preparado, listo, limpio. Y con olor a pino y a limón (o eso espero).
La planta de arriba se ha convertido en una sala improvisada de backstage. Las modelos se prueban vestidos, se elaboran listas, se cuelgan vestidos. Hay carreras, de un lado hacia el otro, estrés aminorado por la falta de sueño, colas exasperantes… Somos muchos. Somos muchos con un objetivo en común.
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Son las 11 de la mañana del día 8 de febrero. El Instagram de World División Fashion Show arde. Las primeras modelos acabamos de llegar. Se están registrando delante del delegado del Récord Guinness. Ya está aquí. Ya es real. El equipo de maquillaje y peluquería está montando sus equipos y cuando apenas han pasado unos minutos, las primeras chicas comienzan a dejarse caer en sus manos.
Es mi turno, me preguntan para quién desfilo. “Imaginative Fashion, para Olga If”, respondo. “Look C”, escucho a alguien decir. Mi maquilladora se llama Noe. Una chica muy simpática que no deja de darme conversación para que no me aburra. Algo admirable, he de decir. Porque entre tanto estrés, gente y falta de espacio, ser simpática y profesional a la vez es complicado.
Se hace el silencio, a las chicas de Marco Aldany, encargadas de peluquería, se les ha ido la electricidad. No pueden peinar, los secadores han dejado de sonar. Salta la voz de alarma. Pero consiguen solucionarlo. Va a salir bien. Me siento en mi silla justo cuando la encargada me dice “pasa a peluquería, ya. Deberías estar con el vestido”. Y eso hago. Un moño alto para que se vean mis ojos negros y mis pómulos marcados. “Tienes mucha cantidad de pelo”, comenta mi peluquera. “Lo sé”, respondo. Treinta minutos después, y sin mucho tema de conversación, Carmen y Josefina, encargadas del vestuario de Olga If, ya me han colocado mi vestido.
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Comienza a respirarse cierto nerviosismo teñido de glamour. Las modelos tratan de guardar la calma con los sándwiches del catering. La gran mayoría ya se ha enfundado en sus estilismos y no paran de hacerse fotos y de colgarlas en sus stories. También son modelos por un día. Y practican el tacón punta. A pesar de todo, las modelos profesionales cuchichean entre ellas. Puede que se sientan algo ofendidas, quizás molestas o quizás estén hablando de otras cosas. Pero cuchicheos en reunión, son de mala educación.
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Hacia las 16.00h, el público comienza a llegar. Todas subimos al backstage y la gala comienza con una actuación de teatro chino. El público entreabre la boca. Media hora más tarde, salimos nosotras.
La luz de los focos me ciega. Trato de recordar todo lo que aprendí durante la clase. Tacón, punta; acuérdate: Neutra, no sonrías, hombros rectos, brazos detrás de la espalda, llega al final sin caerte, no te mires los pies, cruza las piernas mientras andas, para cuatro segundos, cuatro segundos y no dos y medio, recuerda de respirar… Y por Madonna, no te caigas.
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Bajar por las escaleras es algo parecido a saborear la salvación. No obstante, hay alguna que no se salva del tropiezo, ni de la caída, ni de la desorientación. Pero errores siempre hay. Y 4 horas más tarde, la noticia llega en forma de una marabunta de aplausos y un certificado que indica que lo hemos conseguido. Hemos entrado en récord Guinness. Y todo gracias a un tacón, punta.