Aunque tendamos a imaginar la vida de los miembros de las Casas Reales como sacadas de un cuento de hadas, en la realidad no es oro todo lo que reluce, y no todos sus miembros están dispuestos a soportar todos los requisitos que se deben cumplir a cambio de poseer un título y todos los privilegios correspondientes.
El último caso de gran interés mediático de componentes de la realeza que renuncia a su vida en el seno de la corona es el de los Duques de Sussex, el Príncipe Harry y la exactriz Meghan Markle. Ambos anunciaron el pasado diciembre su retirada oficial de la corona británica, prevista para el próximo 31 de marzo, con intención de llevar una vida alejada del foco mediático de la vida pública británica. La llegada de Meghan ya supuso un revuelo para esta institución tan tradicional, sin embargo, ni este férreo organismo ha sido capaz de imponerse sobre el amor de la pareja, que se escapa de lo convencional en estos casos.
Sin embargo, este no es la primera vez que un miembro de la Casa Real Británica renuncia a sus títulos. Otro caso de gran relevancia mediática de un miembro de la royal family que decidió alejarse de ésta por amor fue protagonizado en los años 30 del S.XX por Eduardo VIII. El sucesor de Jorge V decidió abdicar y renunciar a su título de Rey del Reino Unido por su amor hacia Wallis Simpson, una socialité estadounidense doblemente divorciada que no tenía cabida en este paradigma. La lectura de su renuncia fue leída por el propio Eduardo VIII en directo desde la BBC.
En el caso de Lady Di, su renuncia no vino de una decisión voluntaria, sino que fue consecuencia de su divorcio del Príncipe Carlos. Al romper su matrimonio con el miembro de la realeza, perdía el título de “alteza real”, aunque mantuvo el de Princesa de Gales, así como el título extraoficial de “princesa del pueblo”, ya que se le guardaba alto estima entre sus gentes, a diferencia de la apatía recibida por parte de la Casa Real.
La Corona británica no es la única en la que se han producido renuncias promovidas por sucesos de diversa índole, como es el caso de Christopher O’Neill, un famoso empresario que renunció a los títulos correspondientes como príncipe consorte tras contraer matrimonio con Magdalena de Suecia. Esta renuncia viene motivada por cuestiones laborales, pues O’Neill pretendía continuar con su actividad como empresario millonario, evitando de esta forma tener que elegir entre su matrimonio y su negocio.
A pesar de todo, la motivación que más se repite a la hora de dejar atrás la realeza es el amor. En muchas Casas Reales, por razones diversas como la no aceptación de un nuevo miembro o la falta de estatus de éste, los componentes a los que por sangre les pertenece un hueco en ella prefieren prescindir para dar rienda suelta libremente a su amor. Encontramos algunos de estos casos en la Casa Imperial de Japón, donde tenemos el ejemplo de la Princesa Mako y su compañero de clase Kei Komuro, o Sayako Kuroda y el urbanista Yoshiki Kuroda. Otro ejemplo es el de Friso de Holanda y Mabel de Orange-Nassau, repudiada por la Casa Real holandesa por ser acusada de espía y de pertenencia a redes de narcotráfico en su pasado.