En 2019 España volvió a batir su propio record: casi 84 millones de turistas internacionales disfrutaron de la cultura, gastronomía y paisajes de en sueño españoles, haciendo un gasto de cerca de 93.000 millones de euros. Por estas cifras y la dinámica de los últimos años no es de extrañar que el turismo sea uno de los sectores estratégicos de la actual España. Algo que, en este año de locos que es 2020 se ha puesto en nuestra contra. El coronavirus y las grandes pérdidas que ha generado en este sector nos han hecho darnos cuenta de la dependencia que tenemos del turismo.
La dependencia que tenemos de él y lo poco que sabemos sobre la historia del turismo en general y en España en particular. Por ejemplo, ¿alguna vez os habéis preguntado de donde viene la palabra “turista”? Todos hemos dado en historia la importancia del turismo en la segunda época del franquismo pero, ¿sabías que ya en el siglo XIX España era vista por los Europeos como un lugar exótico y romántico de obligada visita?
Si empecemos por el principio de la historia del turismo eso nos sitúa en el Imperio Romano. Y es que el famoso “éxodo” de las ciudades, hacia la costa o villas rurales durante los meses estivales viene de lejos. De esta época también son los grandes viajes de héroes y aventureros de la historia y la literatura. Relatos fantasiosos, románticos y evocadores que hablaban de otras culturas y formas de vivir.
Durante la Edad Media eran famosas las cruzadas y viajes de peregrinación, una forma de viajar que sigue manteniéndose en nuestra era. Y sino que se lo digan a las casi 350.000 personas que llegaron a Santiago de Compostela caminando en 2019.
Poco a poco el aventurero sin apenas información y recursos se transformó en un viajero de mente abierta, con ganas de descubrir paisajes, culturas y costumbres. Es este elitismo y prestigio que generaban estos grandes viajes de donde surge la palabra turista. De los Grand Tour de los jóvenes gentlemen de la aristocracia británica, a quienes se pasó a llamarse “touristas” a finales del siglo XVIII principios del XIX.
España se introdujo en las afamadas Guías Rojas para viajeros británicos de John Murray en 1838. Con la llegada del ferrocarril y los barcos de vapor fueron muchos los europeos que se sintieron atraídos por una cultura completamente diferente a la suya. Por los antiguos enclaves coloniales británicos, belgas y alemanes, como son las Islas Baleares. Por el Mediterráneo, Andalucía y el legado artístico hispano-árabe. Pero la inseguridad, la pobreza, el retraso y la inestabilidad política del país hacían que fueran pocos los aventureros que se atrevieron a llegar hasta nuestras tierras.
Pero el país recuperó un poco la estabilidad política con la Restauración Borbónica. Justo en el momento en el que los balnearios, las termas y las playas dejaron de verse sólo como meros remedios medicinales y pasaron a ser el gran atractivo vacacional para las élites europeas. Así los bañistas encontraban en las ciudades del Cantábrico como Santander o San Sebastián, unas instalaciones cada vez más enfocadas a las modas europeas. Las autoridades locales empezaron a organizar festivales veraniegos con música tradicional, actividades recreativas, campeonatos deportivos… ¡Hasta la familia real de la época se trasladaba durante los veranos a San Sebastián!
El final de la Gran Guerra, marcó el origen del turismo del siglo XX y la gran revolución del turismo de masas. Del tono contemplativo, culto y elitista del siglo XIX a uno más accesible y centrado en el ocio. El Mediterráneo fue el gran beneficiado de esta demanda de la incipiente clase media, y así fue hasta el inicio de la Guerra Civil española.
No fue hasta finales de los años 50 e inicios de los 60 cuando el turismo internacional volvió a sus amadas playas españolas. Tras años de postguerra y cierre de fronteras, la llegada de los europeos (en especial de las mujeres suecas que Alfredo Landa retrató en sus películas) marcó toda una revolución social, económica e ideológica en el país.
Con la llegada de turistas se nos abrió un nuevo mundo de oportunidades, formas de vivir y culturas… y supimos aprovecharnos de ello. Con la entrada de divisas extranjeras, España pudo financiar el desarrollo económico que el país tanto necesitaba. También fue en estos años donde nació verdaderamente el turismo nacional. Al alcance de todos y no sólo para las clases más altas.
Desde ese momento en España el turismo ha crecido de forma exponencial (justo hasta el año 2020) y con él su trascendencia económica. Triunfa el turismo de masas en las costas mediterráneas y en los archipiélagos y en menor medida el turismo cultural y el rural en el interior de la península.
Estas diferencias no sólo han afectado al número de turistas que las diferentes regiones reciben, también al propio desarrollo económico, social y demográfico de las diferentes zonas españolas. No es coincidencia que las zonas más turísticas sean las más pobladas y que sea la España vaciada la que menos impacto turístico genera.
Ahora, con la crisis sanitaria del coronavirus, hemos visto que el turismo español no es la panacea. Dependemos demasiado de las divisas extranjeras, de los ingleses y alemanes y el turismo de masas en las playas. Esperemos que el sector consiga reponerse y encontrar el equilibrio. Quién sabe, igual estamos a las puertas de la siguiente gran evolución del turismo en España.