Cuando Novedades Carminha compuso Que Dios reparta fuerte lo hizo pensando en el postureo de las redes sociales y no en Rodrigo Rato, ni en Aznar ni en Bankia. Sin embargo, mientras los focos del teatro Kamikaze se encienden y se apagan alternativamente a velocidades vertiginosas el tema suena a todo volumen, hasta ser molesto. Juan Ceacero y Javier Lara entran repletos de energía por el lado izquierdo del escenario, vestidos ambos con traje y corbata, dispuestos a hacer una crítica a la vida y carrera de Rodrigo Rato, el autor de uno de los mayores cambios económicos de España.
En ese momento, mientras escuchas los escasos versos que componen la letra de la canción, parece hecha especialmente para la función.
«Solo hay que ver lo guapos que estáis,
Siempre viajando, qué bien lo pasáis
¿A qué coños dedicáis?»
Bastan quince segundos de la letra para comprender que nos están invitando a abrir las puertas al humor y a dejar los miramientos y la irascibilidad en la entrada.
La trama de la obra está repleta de saltos temporales: comenzamos el día en que Rodrigo Rato declaró ante la justicia por el caso de las Tarjetas Black, y lo acompañamos en un recorrido a lo largo de su vida que nos explique (y que también le explique a él) cómo ha llegado hasta ese punto.
Y aunque pudiera parecer una ardua tarea, a Raquel Alarcón, directora de la obra, solo le ha hecho falta un escenario minimalista y dos actores para dejarlo claro. Sobre las tablas, varias sillas de cuero rojo, unas escaleras negras, un micro y (como no podía faltar) una campana. El minimalismo es palpable también en los efectos sonoros y lumínicos, en vestuario y en maquillaje; y es que para contar la verdad, cuanto menos adornos mejor. Javier Lara (Vis a Vis, Servir y Proteger) encarna al político popular y Juan Ceacero (Bodas de sangre, Arde Madrid) hace todo lo demás.
Ceacero se desdobla hábilmente en taxista, en el padre de Rodrigo Rato, en su bisabuelo, en Aznar y en Fraga para acompañar como un lazarillo a Rato en su trayectoria vital. El texto (de Roberto Martín Maiztegui y Pablo Remón) es una conversación casi ininterrumpida, donde los dos actores hacen al mismo tiempo de narradores, acotando las acciones de sus personajes, lo que le proporciona un tono cómico a la obra.
Otro punto humorístico clave es la actualidad del asunto (Rato fue absuelto el pasado 29 de septiembre). De igual manera es cómica la delicadeza con la que se tratan los temas de los que hablan, puntualizando en todo momento qué licencias dramáticas se han permitido los guionistas para contextualizar conversaciones y acontecimientos que se sabe a ciencia cierta que tuvieron lugar, haciendo al público partícipe dirigiéndose directamente a él para aclararlo.
Las actuaciones de los dos actores son reseñables: Javier Lara tiene un brillo en los ojos cuando pide perdón ante la prensa el día que entra en prisión que ya nos hubiera gustado ver en Rato y que sin embargo, pasa casi inadvertido ante la desenvoltura de Ceacero, en quien se centra casi siempre el ingenio y quien acapara gran parte de la atención con sus desdoblamientos de personalidad.
En líneas generales, es una obra con una ideología política bastante clara, que señala a Rato como culpable de los delitos de los que se le acusaban y que, a pesar de ello, trata de enseñarnos el proceso interno que el político debió pasar hasta llegar donde llegó. Son varios los momentos en los que Rato insiste en la tergiversación de su figura, mirando al público y diciéndoles “no me conocéis”. Además, se remarca con acierto el ambiente de conquista que se respiraba en la política durante el cambio de milenio y el célebre “milagro político” de Rato que le llevó a la cumbre de una montaña política que hasta el momento, ningún otro político ha alcanzado.
Es una comedia sencilla, rápida y amena que no habla solo de Rato ni del PP, sino de una realidad muy común en España y extensible a otras personalidades. Se reestrenó en esta nueva normalidad el pasado 15 de octubre y podréis disfrutar de ella hasta el 19 de noviembre en el teatro Kamikaze.