Marzo de 2020. La noticia de una pandemia que arrasa el mundo entero llega a nuestro país, y el efecto del llamado Coronavirus es tan letal que obliga a todos los ciudadanos a encerrarse en sus casas durante 3 meses, llevándose consigo todo rastro de la antigua normalidad. Lo que parece el argumento sobrexplotado de una película de ciencia ficción es el comienzo de la pesadilla real de este 2020 que toca su fin. Un año, cuanto menos, complicado que ha estado marcado por la COVID-19 y todos sus efectos colaterales. Un año de lamentar pérdidas, anticipar despedidas, deshacernos de los abrazos y, especialmente, de readaptarnos. Nadie ha salido inmune de 2020, y 2020 no ha tenido piedad con nadie.
Pero en esta historia donde el villano es invisible y el escenario, una cuestión cronológica, también ha habido héroes que han hecho de este mal trago un trance mucho más sencillo de digerir. No solo tenemos que agradecer su esfuerzo y dedicación a tantas personas que se han mantenido en primera línea en la batalla contra el virus, así como a todos los que arriman el hombro para contribuir con el granito de arena de su responsabilidad individual a superar cuanto antes la situación. Otro de las grandes heroínas de esta crisis ha sido, precisamente, una de las partes más castigadas: la cultura.
A pesar de padecer los estragos de la pandemia de primera mano, el sector cultural lucha cada día por salir adelante y traer un rayo de luz entre tanta tiniebla. Ya en el mismo confinamiento, la cultura fue el salvavidas de tantas personas que buscaban entre las páginas de un libro, los diálogos de una película o los acordes de una canción una forma de evasión de la realidad. Tras ello, los teatros, cines y demás espacios culturales han puesto todo de sí para ser espacios seguros, y seguir trayendo la esperanza que solo la cultura es capaz de aportar con total garantía de seguridad.
Sin embargo, el mundo ya no es el mismo y las costumbres de antaño no encajan en una realidad de distancias y mascarillas. La cultura es plenamente consciente de este hecho, y por eso no ha dudado en reinventarse para salir adelante. Uno de los sectores que más rápido ha sabido adaptarse, aunque esto no signifique que haya salido del todo beneficiado, es el cine. Con el confinamiento llegó el cierre de los cines, y con él la paralización de todo próximo estreno, así como la incertidumbre de qué iba a venir después.
Los meses previos a la pandemia, 2020 nos permitió acudir a las salas de cine para temer con Cecilia a El hombre invisible (Leigh Whannell), para conocer al amigo imaginario más estrambótico que podamos imaginar en Jojo Rabit (Taika Waititi) y hasta para irnos de boda con Belén Cuesta y Álex García en Hasta que la boda nos separe (Dani de la Orden). Pero la pandemia nos obligó a echar el cierre y recluirnos en casa, y las plataformas online cobraron todo el protagonismo. Así, al igual que cambiamos la gran pantalla por la pequeña, los estrenos cinematográficos pasaron a hacerse en streaming en lugar de en los cines. Nos inmiscuimos en un Hogar (Àlex Pastor, David Pastor) ajeno sin salir de casa, caímos en las profundidades de El Hoyo (Galder Gaztelu-Urrutia) y asistimos a la Asamblea (Álex Montoya) que optó por estrenarse directamente en Filmin.
Con el fin del confinamiento y la llegada de las famosas fases, el cine pareció ver luz al final del túnel y una posible oportunidad para reactivar la vida en las salas. Sin embargo, la vuelta de la gran pantalla no es excluyente con una de las nuevas realidades que ha traído esta pandemia, y es que el cine en streaming ha llegado para quedarse. El éxito que ha demostrado tener este formato ha abierto una nueva puerta a la ficción internacional, que empieza a entender las ficciones para plataformas digitales como una nueva parte vinculante en los medios de difusión de la cultura cinematográfica.
Poco a poco, además de mantener este nuevo medio, el cine tradicional fue volviendo a una ‘nueva normalidad’ que se encargó de estrenar Padre no hay más que uno 2 (Santiago Segura), que dejó claro que, en esta realidad tan distópica, aún hay sitio para la comedia. Los festivales de cine nacionales se sumaron a la causa de reactivar la cultura, y por ciudades como Málaga, San Sebastián o Valladolid desfilaron directores, actores, actrices y un sinfín de nombres pertenecientes a este mundo dándonos esperanzas de que, poco a poco y con precaución, el cine y la vida volvían a activarse.
En esta recta final de 2020 hemos tenido tiempo para cantar con Explota, explota (Nacho Álvarez), perder todo ápice de entendimiento con Tenet (Christopher Nolan), rememorar la infancia con Las Niñas (Pilar Palomero) y hasta aprender a lidiar con los percances de la vida con El Inconveniente (Bernabé Rico). Además, grandes nombres de la industria como Woody Allen, Isabel Coixet, Icíar Bollaín o Pedro Almodóvar también han sumado sus nuevos trabajos a la lista de obras que engrosan el resurgir del cine del 2020.
Pese a lo oscuro que pintaba todo en un principio, la cultura ha vuelto a ser la antorcha que abre camino ante las adversidades, y mostrando su capacidad de resiliencia ha logrado reinventarse y hacerse un hueco prominente en este año tan bizarro. Y es que 2020 ha sido, sin duda, un año de cine. No solo por lo inverosímil y fantástico que sigue pareciendo la situación que nos ha tocado vivir, sino porque ha sido, precisamente, el cine lo que ha demostrado que es posible sembrar y recoger frutos (aunque no con los mismos resultados de antes), que existen ganas de crear y disfrutar del mismo a juzgar por los títulos que, a pesar de la situación, han lucido en cartelera, y, en especial, que la cultura es necesaria y segura.