Conferencia sobre la lluvia se estrenó el 21 de septiembre, la función transcurre en 80 minutos, Enrique Simón que interpreta un bibliotecario se abre en canal y nos lleva por un apasionante paseo de su mente en el que terminamos divagando junto a él en nuestro propias divagaciones.
La obra comienza cuando el actor está en su biblioteca y olvida los papeles para dar una conferencia, es ahí cuando comienza a divagar y comienza la reflexión. En este momento decide improvisar ante el miedo abrumante que le viene dado por la situación. Su análisis de la vida se funde con sus vivencias y sus palabras se atragantan. A lo largo del teatro plantea temas como la soledad o el amor de una forma íntima y altamente fantástica. Este hombre es un erudito de la literatura, su pasión es beberse los libros y su aprecio por la lectura sobrepasa al amor de un amante.
Repleta de citas a poesías de tan inestimable precisión, así como el monólogo en cada momento de la obra, tiene la destreza suficiente como para conseguir expresar y diseccionar el sentimiento que la obra quiere transmitir respecto al concepto de la divagación y sus múltiples vertientes.
La conferencia es un género menor, aunque permite que ciertas ideas se adentren en el corazón de los oyentes y que así, lata de otro modo. La literatura es un lugar donde llueve, explica, colecciona chubascos literarios.
La escenografía está montada de tal manera que nos adentra en el sitio más íntimo para él, su biblioteca. Desde ahí discurre toda la obra. Su interacción con la audiencia permite al espectador cuestionarse la existencialidad del ser humano. La luz se amoldaba a la par que la obra, proporcionando la intensidad que se busca en cada momento. Sin embargo, el sonido no favorece al resto de componentes. El volumen de la proyección de su voz no era estable y esto hizo que algunas palabras cayeran al vacío.
Destaca entre otros el amor que sintió hacia Laura: “Laura quiso ser acariciada sin que yo tocara su interior”. Explicaba con esto la complicada personalidad que Laura mostró con él y la necesidad que genera el amor de querer conocer el interior de una persona. Es esa necesidad un tanto obsesiva que describe del amor, o del “enamoramiento” más bien – en el que nos convertimos en intérpretes obsesivos de las señales que nos manda nuestro entorno sobre esa otra persona a la que estamos entregando nuestro corazón. A su vez mostraba la dicotomía entre ese ideal del amor sin frenos ni límites, y la necesidad humana de dejar esa parte mágica y misteriosa de la persona a un lado para conocer su “yo” más crudo y real, en la práctica de ese amor en el día a día.
Con un mismo monólogo la obra ha conseguido que cada espectador vaya a diferentes rincones de su mente y recuerde todo aquello que evoca el sentimiento que describe, dando lugar a una divagación personal en su cabeza. Esta obra me ha permitido acompasar mis divagaciones al ritmo de las palabras que el actor comunicaba, sin aparente esfuerzo alguno, en un baile embriagador entre emociones y razón. “Llueve en mi corazón como en la ciudad” cuenta el actor, desde su biblioteca, divagando en su conferencia sobre la lluvia.