¿Sabéis esa extraña sensación que uno siente cuando se reencuentra con alguien a quien hace tiempo que no veía? ¿Ese momento incómodo que te reúnes, sin ganas, con la parte de tu familia con la que no tienes relación? ¿Esa cena aburrida que se tiene que celebrar sin remedios? Así ha sido la 36ª gala de los Premios Goya.
Comenzando con fuegos artificiales, típica pirotecnia valenciana, y referencias a la película «Calabuch», se daba el pistoletazo de salida a una gala que prometía. Y es una pena que la promesa no se haya terminado de cumplir. En un primer momento, todo parecía ser favorable para una gala atractiva. Sin embargo, la ceremonia recorrió los galardones con la lentitud de un coche parecido al de los Picapiedra. Esa falta de ritmo, de un hilo conductor, de un tema, ha sido un fallo. Quizás se deba a la ausencia de presentadores, a quienes siempre se les ponen pegas pero, al menos, pilotan el viaje. Prácticamente no sentí que fuese una gala, sino una entrega de premios con alguna actuación, en lugar de la gala del reencuentro. Fue, varias veces, incómodo. Y lento.
Valencia. Clausura del Año Berlanga. No es mentira que el recuerdo de este cineasta, que celebraba su centenario, estuvo en la primera edición de los Goya y era natural de la ciudad hospedadora, estuvo presente, sí, algo. Pero no de la forma esperada. Se podría haber aprovechado la presencia de la familia Berlanga, de José Sacristán o de Willy Montesinos para haber hecho un bonito homenaje. Eso sí, las situaciones y películas berlanguianas no faltaron: Cate Blanchett viviendo un «Bienvenido, Mr. Marshall» con un Almodóvar pidiendo al público que se pusiera en pie cual Pepe Isbert, Javier Bardem mirando a Penélope Cruz como en «Esa pareja feliz» y a la espera de sus Oscar, o el compendio de instituciones y representantes que más que un «Patrimonio Nacional» parecían de «Todos a la cárcel». Y, por supuesto, faltó el plano secuencia de Berlanga durante el desarrollo de toda la ceremonia
La película ganadora, «El buen patrón», trata sobre los balances. Algo que faltó en las nominaciones a estos premios, que se olvidaron de muchos títulos importantes en el panorama audiovisual del último año. Es intolerable que hubiera tres nominados de una misma película para una misma categoría. Y es berlanguiano que justo gane esa cuarta película que no era la misma que las otras tres. Pero El buen patrón está de sobresaliente y sus premios han sido justos y merecidos. Como prácticamente el resto de los otros premios que, a diferencia de las nominaciones, estos estuvieron algo más repartidos. Sólo hay que verlas para comprenderlo. Nawja Nimri volvió a tener dificultades abriendo el sobre, y tampoco olvidemos a Verónica Echegui pidiendo a Pedro Sánchez que «se lo tome en serio».
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Jugar al póker es complicado, y elegir a Javier Bardem como el as que ganará, más difícil todavía. Las cartas que se jugaban a Mejor Actor principal eran de Eduard Fernández, Javier Gutiérrez, Javier Bardem y Luis Tosar, lo cual es una tarea prácticamente imposible.
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También hubo varios aciertos como la incorporación de la guionista Marta González de Vega para la entrega del premio a Mejor Guion; el dar el premio al Mejor Sonido justo a Tres, la película que trata sobre el sonido; la inclusión de Raffaella Carrá en el in memoriam, porque ella era prácticamente española; premiar a Zeltia Montes, una de las pocas compositoras de las que se habla algo;. la creación del premio Goya Internacional; ese cariño de Blanca Portillo a Maixabel; y, sin duda alguna, la entrega del Goya de Honor a José Sacristán, actor por excelencia de España, que interpretó magistralmente y desde el corazón su agradecimiento al público relacionándose como el fruto que se recoge de lo sembrado y cuidado durante mucho tiempo.
«En el campo, se sabe, hay un tiempo para labrar, uno para echar la simiente y otro para recoger los frutos.
Gracias a los que me permiten seguir arando, sembrando y cosechando»
José Sacristán recoge el Goya de Honor #Goya2022 pic.twitter.com/7t04r0X7XB
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Con el objetivo de asistir y premiar, esta gala tuvo suficiente. Sin embargo, quizá la clave esté en plantearse de nuevo el sentido de estos premios, que no es más que celebrar el cine español. Y si todos queremos celebrar, habrá que estar entretenidos en su justa medida, como en la edición anterior y a pesar de la dificultad que supuso la pandemia, y no saturados de actuaciones musicales sin justificar. Por supuesto reconozco y aprecio el esfuerzo y trabajo que hay detrás. Y eso que los Goya los voy a ver de igual manera, esté Antonio Banderas dirigiéndolos de forma prodigiosa o no. Pero es importante estar al alcance y, sobre todo, interés, de todo el público. Como defiendió Arturo Valls en la alfombra roja: «Me gustaría que se hablara y promocionara al cine español».
Fotografía de portada: EFE | Biel Aliño