El primer mes de 2021 aterrizó cargadito de esperanza (como si el mundo fuera a resetearse por comerte unas uvas), escaso de resacas y con varias sorpresas en la mochila. Quizás, este mes de enero no hubiese generado tanta expectación si el 2020 no hubiese sido una broma de mal gusto. Twitter se llenaba de memes, «¿qué mas nos puede pasar?». España cubierta de nieve (o más bien enterrada), ola de frío histórica, terremotos en el sur, borrasca y pocos días después gente dándose su primer baño en la playa. Esto solo tiene un nombre, cambio climático.
Cuando bajaron extremadamente las temperaturas, llegando incluso en algunas partes de nuestro país a los -25,4 grados, había gente que se preguntaba dónde estaba ahora el cambio climático. Puede ser, que fuesen los mismos que afirmaban que la nieve era plástico. Pues bien, ¿son posibles esas cifras con el calentamiento global?
La repuesta es sí. Debido al calentamiento del planeta, los polos se están descongelando a una velocidad alarmante y esto provoca, entre otros factores, que entre más agua dulce que salada al mar, por lo que cambian las corrientes. La consecuencia directa es un desequilibrio que provoca temperaturas extremas como las del pasado mes. Según Joanna Ivars, meteoróloga de La Sexta: «Existe un aumento de la frecuencia e intensidad de los diferentes fenómenos meteorológicos extremos vinculados al cambio climático. Hay muchos estudios que lo demuestran. Por ejemplo, cuando la corriente en chorro se debilita, serpentea, se queda estacionaria y provoca fenómenos extremos, en este caso en Europa».
Los expertos apuntan que el calentamiento del planeta hace que esta corriente en chorro vaya más despacio, y por lo tanto la consecuencia son veranos más cálidos e inviernos más fríos. De hecho, la última década ha sido la más calurosa en España desde que existen datos meteorológicos. Tanto es así, que la temperatura media ha aumentado en 2,2Cº desde 1970. Aunque estas cifras parezcan pequeñas, son muy preocupantes. El cambio climático está afectando a nuestro planeta mucho más rápido de lo que podamos sentirlo.
De hecho, el ex secretario de la ONU, Ban Ki-moon, lo sentenció en un acto previo a la Cumbre de Adaptación al Clima (CAS): «no hay vacuna contra el cambio climático». Tenemos que actuar ya, crear un mundo sostenible no es un placer, es una obligación.
Aún así, no todas las noticias son malas. Parece que este año nuestro dudoso cuidado hacia el medio ambiente se ha puesto más en tela de juicio que nunca. La pandemia nos ha recordado que somos vulnerables y nos ha sumergido en una crisis económica que está activando la parte más innovadora de muchas empresas. Estas, cada vez más apuestan por la responsabilidad social corporativa, bien por compromiso con su impacto en el entorno en el que operan, o bien por la repercusión positiva que esta tiene entre los clientes. Nos da igual, el efecto es el mismo: un sistema que muestra su empeño en cuidar de todo el desarrollo de sus productos, de toda su cadena de valor.
Además, las nuevas generaciones, como la generación Z, tienen una gran preocupación por el medio ambiente, son conscientes de la urgencia de actuar ya. Muchos países apuntan que pretenden, en un corto-medio plazo convertirse en neutrales cuando hablamos de emisiones de carbono. Así lo aseguró China y también la Unión Europea. El objetivo es colectivo, pero la actuación debe ser también individual. Solo tenemos un planeta, ¡cuidémoslo!