Tres años después de su primer disco Alfred García está de vuelta con 1997, un nuevo trabajo publicado por Universal Music que conlleva para el artista barcelonés una ilusión renovada y un reenamoramiento de su profesión. El álbum está compuesto por 12 nuevas canciones, de las que ya conocemos “Los espabilados”, “Praia Dos Moinhos” y “Toro de Cristal”, y cuenta además con las colaboraciones de Albert Pla y Judit Farrés, El Niño de Elche, La La Love You, Egon Calle y dos jóvenes cantautores que ya han enamorado a Latinoamérica: La chilena Denise Rosenthal y el mexicano Kurt.
Para darle continuidad a 1016, Alfred apuesta por otro número en el título, en este caso con una explicación más trascendental: “Hay dos nacimientos. El de Alfred García a raíz de un programa de televisión, y ahora quiero explicar todo lo que hay detrás de un artista, una persona nacida el 14 de marzo de 1997, que además reivindica que cada día es 14 de marzo de 1997”.
Esta nueva colección de canciones nace de una celebración de la vida, y de una diferencia diametralmente opuesta a aquel primer Alfred que conocimos en la tele: Ahora la incertidumbre, más que una preocupación, es una fuente de inspiración, un patio de juegos en el que se ha crecido y, por primera vez en mucho tiempo, ha disfrutado: “A veces me arrepiento de haber hecho 1016 tan rápido, porque lo hicimos a correcuita (a las prisas). Pero eso me ha ayudado a ser perfeccionista. Estoy satisfecho y estoy muy seguro de cada detalle”.
Para Alfred este nuevo paso va más allá del reto del segundo disco, es una nueva oportunidad para sí mismo, para saldar todas aquellas cuentas pendientes de estos últimos años. Y también supone una sensación de ligereza, de alivio, que sobrevuela cada uno de los cortes del álbum. “Este disco me ha dado la oportunidad de transmitir esas cosas buenas que no estaba enseñando. Me ha servido para hacer introspección y para cuidarme a mí mismo. Hasta ahora había cuidado mucho del artista, pero me había olvidado de la persona”.
1997 es un disco valiente, desprejuiciado y libre, donde conviven canciones llenas de desenfado pop (“Toro de cristal”), pequeños momentos de ternura e intimidad (“Contigo”, “Si algún día” y “Otra liza”), épica guitarrera(“Mi canción”) y ejemplos de sofisticación y experimentación bastante solventes (“1997”, “Just a light” y “Someday”). Él mismo encaja semejante puzzle: “No me he puesto barreras a la hora de hacer este disco. Es un proyecto parte de la indefinición, de lo líquido. No quería llegar a ningún sitio ni definirme de ninguna forma, porque es que no lo sé, solo tengo 24 años”.
Pero no nos tomemos esto solo como un ejercicio de sinceridad personal, porque detrás encontramos un disco sólido, curioso, inquieto y mucho más maduro que su antecesor, que explica muy bien cómo el pop español sigue evolucionando y creciendo desde unos márgenes en los que no muchos se atreven a residir. Ahí es donde debemos valorar a Alfred García más que una rara avis, como un artista construyendo un apasionante camino hacia el futuro de nuestra música. ¡Ojalá más catorces de marzo en nuestras vidas!
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