Los secretos y engaños tarde o temprano terminan saliendo a la luz. Es imposible esconderlos o esconderse de ellos y hasta Bernarda Alba tendrá que abrir las puertas de su casa y desvelar todos los misterios. En Bernarda y Poncia (silencio, nadie diga nada) asistimos al acto final y cierre de la historia de Federico García Lorca que nos maravilló (e hizo llorar) a todos. Un desenlace que no deja indiferente a nadie.
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Han pasado ocho años de la trágica muerte de Adela y según se comenta en el pueblo, nadie ha visto a la temida Bernarda Alba derramar una lágrima por la menor de sus hijas. Una mujer hecha y derecha, siempre altiva. Una loba que protege las apariencias de su casa pese a la tragedia que rodea a todos los miembros de la familia. No obstante, llegados a este punto de su vida, Bernarda decide reconciliarse con los secretos y junto a Poncia, su atenta criada, decide ordenar todos los asuntos. Tanto del pasado, como del presente.
¿Qué pasó con el resto de hijas de Bernarda? ¿Dónde está Martirio? ¿Qué esconden de aquella trágica noche? ¿Todo es lo que parece en esa casa? (Teatro Lara)
Si hay algo que destaca en esta obra es la atención al mínimo detalle en el texto, el decorado, la dirección (Manuel Galiana) y por supuesto la actuación de las dos maravillosas actrices Pilar Ávila (dramaturgia y Bernarda) y Pilar Civera (Poncia) que diálogo a diálogo, acción a acción suben la tensión y la intensidad en la Sala Lola Membrives.
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Bernarda y Poncia es todo un homenaje a la obra original de Lorca, pero no se queda sólo en eso, no. Ya que este texto que nación durante la pandemia ha sido avalado nada más y nada menos que por Ian Gibson. El gran hispanista y experto en la obra de Lorca.
En definitiva, ir a ver la obra de la compañía Teatro Íntimo es cerrar el círculo de vida y secretos de estos personajes. Donde los caballos, las lunas y el verde, los grandes símbolos de García Lorca siguen llenando el ambiente. Porque el autor y su obra están más presentes que nunca y Bernarda y Poncia así lo demuestra.