La producción de Erin Lee Carr ha llegado a Netflix después de una promoción rompedora, con audios privados de la cantante, que prometía descubrir la verdad después de 13 años de tutela. Pero quizás han mordido más de lo que podían comer. El problema es que el documental ha llegado con imágenes repetidas, declaraciones vacías y aportando una luz escasa a la historia de Britney. ¿Qué datos nuevos aporta?
“No one really talks about the fact that there was another attempt to get a lawyer that somehow didn’t work out.”
Britney vs Spears is now on Netflix pic.twitter.com/uFu1jRAJfP
— Netflix (@netflix) September 28, 2021
El documental trata de ampliar la historia de la cantante, pero se queda en el intento. Los más fanáticos de la artista se quedarán con las manos vacías si querían conocer más en profundidad cómo fueron los años más duros de Britney. Sin embargo, sí que es una buena aproximación para aquellos que desconocían la lucha de la cantante con su familia. Britney vs. Spears explica el contexto en el que se desarrolló la caída en picado de la estrella y presenta a los personajes que han intervenido en su tutela, poniéndoles cara y explicando su papel. Además, ahonda en qué había detrás de su imagen pública en los últimos años, donde la artista no dejó de trabajar.
En la obra podemos ver cómo Spears trató de oponerse a la tutela de su padre, sin éxito, desde 2009. En ella, se recogen informes médicos que hablaban de la salud de la artista antes de embarcarse en sus proyectos en Las Vegas y cómo su tutor desoía a los expertos para seguir sacándole rentabilidad al trabajo de su hija. La estrella siguió generando una enorme cantidad de dinero durante su tutela del que, paradójicamente, no podía disfrutar y, en el documental, se aprecia cómo detrás de aquella aparente felicidad que desprendía en los eventos, se encontraba una mujer «traumatizada».
Una oportunidad desaprovechada
Las mejores balas de la producción se agotaron rápido, pues los testimonios de la gente más cercana a la cantante eran demasiado blancos para la expectación que se había creado alrededor del film. Su asistente se muestra encorsetada, con poco que decir por miedo a enfrentarse a la familia, lo que es respetable, pero hace que el relato pierda interés. Quizás los relatos de sus ex son más esclarecedores, pero tampoco aportan grandes novedades. Se descubren nuevos documentos e historias como la de Jenny Eliscu, periodista de la famosa revista Rolling Stone, que trató de ayudar a Britney a terminar con la tutela de su padre, pero nada que sorprenda. Sí, Britney estaba siendo humillada, se le habían quitado sus derechos más básicos y se estaban aprovechando de ella, pero todo eso ya lo sabíamos.
No hay que negar la labor de documentación de la directora, pero tal vez se le han adelantado otros proyectos. El final es bueno, con ese alegato de la estrella del pop ante la jueza Brenda Penny en junio de este año, relatando cómo ha tenido que maquillar sus sentimientos en redes y denunciando que todos los relacionados con la tutela deberían estar en prisión. Es decir, el documental tiene grandes momentos, es bueno y da lugar a una reflexión, pero no llega a tiempo para ser tan sorprendente como lo fueron otros. En la época de la rapidez, Britney vs. Spears se ha quedado atrás.