Uno sabe cuándo su vida está a punto de cambiar. Y puede que ese cambio sea para siempre. Lo nota nada más levantarse. Su cuerpo, sus gestos, su voz… En su mente hay algo, llámalo sexto sentido, llámalo intuición, que le dice que las cosas no van bien. Y cuando te das cuenta… Estás entre cuatro paredes.
Confinados más de dos meses, encerrados; solos, acompañados de nuestras mascotas, nuestros familiares, amigos, parejas… Con el amargo conformismo que desquicia a los más indulgentes de tener que ver, hablar, estar y sentir con las personas a las que más quieren al otro lado de la pantalla. Sin embargo, y sacando quizás el lado más positivo de esta pandemia, debemos saber que el coronavirus nos ha enseñado varias cosas.
Tanto buenas como malas. Por eso, y antes de ponerme en modo intensa, debemos reconocer que emergencia sanitaria nos ha demostrado que la estupidez humana no tiene límites, porque aunque Twitter se llena de memes procedentes del ingenio más brillante con frases estrella como “Sánchez, cabrón, abre Louis Vuitton”; nos encontramos ante una situación desoladora. Tan solo de pensar en lo que pueden sentir esos héroes y heroínas que llevan poniendo su vida en peligro durante semanas con el único objetivo de ayudar a su comunidad, se me rompe el alma.
Porque digan lo que digan no, no es una cuestión de “manifestación pacífica” ni de ejercer nuestro derecho a la “libertad de expresión”. Básicamente, porque en un estado de alarma, esa libertad queda restringida por ser una situación excepcional… Pero sea como fuere, y pertenezcas a la ideología o “bando” (como lo llaman los más radicales) que pertenezcas, todo se resume al egoísmo narcisista que saca a resarcir lo peor de todos nosotros, en ideas que van ligadas, una vez más, a la política y a un sistema económico que, como ya se ha demostrado, no funciona y mucho menos no lo hará en el futuro.
Este es el lado malo. El que sale en los periódicos, el que se extrapola en los titulares de las cabeceras más importantes del periodismo internacional. Politización. Siempre politización. Ese “juntos somos más” ha quedado relegado a un segundo plano. Porque la confianza en nosotros mismos y en la idea de comunidad ha desaparecido. Y es triste ver como nos volvemos los unos contra los otros cuando lo único que importa, o al menos lo único que debería importar, es que “nuestros compatriotas” no mueran. Eso, y salir de esta. Da igual que la solución no sea perfecta, porque alerta spoiler, las soluciones nunca lo serán. Y en este sentido, da igual que hablemos de España o de EE. UU.
Sin embargo, el coronavirus también nos ha enseñado a pensar en quiénes están y quiénes merecen la pena. Nos ha puesto a prueba. Ha sido un examen sorpresa en el que la gran mayoría ha dejado mucho que desear. ¿La razón? Hay muchas, pero podemos empezar dándonos cuenta de que llamar a nuestras abuelas, abuelos, madres, padres, hermanas o hermanos no cuesta tanto, porque la frase “estoy a un WhatsApp de ti” ha cobrado más sentido que nunca.
También hemos despertado en el love yourself. Por fin hemos tenido tiempo para nosotros, por fin hemos podido mimarnos, por fin hemos podido descansar, por fin nos hemos dado cuenta de que nuestro cuerpo es nuestro hogar. Por eso han aumentado las prácticas en yoga o mindfulness. Mente sana, cuerpo sano; que no se nos olvide ahora que poco a poco iremos volviendo a una normalidad que no lo será. Principalmente, porque ese era uno de nuestros problemas.
¿Otro aspecto positivo? Ha mejorado la calidad del aire. Muchos nos cachondeábamos de las mascarillas de las personas con descendencia asiática que veíamos por las grandes avenidas, en el metro, en los parques, incluso en los museos… Pero resulta que iban mucho más avanzados que nosotros. Que las grandes capitales eran nubes de polución no es ningún secreto, como tampoco lo es el hecho de que el cambio climático sí existe. Ahora podemos respirar oxígeno de verdad. Aunque por un largo tiempo lo haremos a través de filtros de mascarillas que, alerta spoiler, se convertirán en tendencia. Pero eso nos asegurará mayor calidad.
En definitiva, una lista infinita de pros y contras. Son el ying y el yang, la cara y la cruz, dos lados de una misma moneda que conviven ante una situación desesperante que nos condiciona como participantes de un lugar llamado tierra. En tus manos está poder escoger qué es lo que quieres potenciar. Por el momento, junio comienza a correr la desescalada. Sin embargo, lo más importante seguirá siendo concienciarnos y concienciar, porque solo juntos saldremos de esta.
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