Carlota Barrera, que triunfa también en su faceta como ilustradora, debutó de forma muy fuerte el año pasado en la MBFW Madrid con su colección The Matador and the Fisherman, captando toda la atención de la prensa especializada y apuntando maneras para convertirse en una de las diseñadoras españolas de moda masculina con mayor proyección de todos los existentes ahora mismo.
El universo creativo de esta joven diseñadora gira en torno al minimalismo, lo asimétrico, las líneas limpias y los cuidados detalles. Y éste estilo que tanto la caracteriza es exactamente el mismo que siguen las propuestas de Carlota Barrera para la próxima temporada de invierno 19/20.
Así, nos encontramos ante una colección compuesta por prendas lisas, principalmente ceñidas al cuerpo y con cortes asimétricos, para las que se ha empleado una paleta de tonos oscuros que recuerdan a la tierra y al campo.
“La colección nació de un viaje a Sicilia el año pasado. De observar la arquitectura, la forma de vida, las playas, los puertos y la gente local para poder trasladar esos detalles a una escena masculina más contemporánea”, explica Barrera.
Estas referencias a la naturaleza también se han podido observar en los tejidos y materiales empleados para los diseños: algodón, paño, lana de merino e incluso cuerdas a modo de cinturones.
En cuanto a las prendas en sí, Carlota Barrera vuelve a apostar una vez más por los pantalones de talle alto, a la cintura, para ensalzar y estilizar la figura en mayor medida. Además, los cortes y siluetas dejan a la vista algunas de las zonas más sensibles del cuerpo. Con esto, se ha pretendido “experimentar con los roles de género de manera sutil”.
El motivo detrás de estos diseños, según explica la directora creativa, es el siguiente: “Ahora más que nunca estamos inmersos en un proceso en el que muchos hombres están conociendo su propia vulnerabilidad, que tan negada les ha estado hasta ahora”.
En esta ocasión, los diseños no fueron presentados mediante la realización de un desfile, sino a través de una recreación de una escena de carácter bucólico, en la que los modelos estaban distribuidos a la perfección, de pie y sentados, delante de un mural de siete metros como si todo el conjunto se tratase de una única obra de arte. Esta pintura, de siete metros de largo, fue realizada exclusivamente para esta ocasión por la ilustradora Inés Maestre. En ésta se pueden apreciar varios ventanales de madera pertenecientes al exterior de una casa de pescadores junto al mar. Esta representación iba acompañada también de una melodía de fondo, compuesta por David Palacios.
Esta forma de innovar de forma sutil también se extiende a otros ámbitos, como a su metodología de trabajo: “Nos han inculcado que la moda es una industria frenética, con innumerables colecciones por marca y enormes producciones, y una industria con este ritmo no es sostenible. Es necesario encontrar un equilibrio en los tiempos de creación, de producción… La verdadera innovación es volver a dedicarle el tiempo merecido a la creación de un buen producto”.
“Con el tiempo he descubierto, con el oficio de la sastrería, el tiempo y dedicación que hay que invertir en cada prenda para que esté bien hecha, y lo bello que es transformar ese sueño que al principio era un boceto o una fotografía en una prenda que no sea sólo algo creativo, sino que además siente bien”.
Su colección, que representa una vuelta a los orígenes, a la pureza de los tejidos naturales, a las prendas elaboradas con sumo cuidado y a la importancia de los detalles, es la mejor prueba de ello.