Chanel. Esperado. Ansioso. Impactante. Enternecedor. Emotivo. Lagrimógeno. Tras la muerte de Karl Lagerfeld, el mundo entero deseaba poder apreciar la última colección del Káiser.
El inicio es silencioso. Todo el mundo presenta sus respetos. El mundo de la moda ya no volverá a ser el mismo. La voz del creador resuena entre los árboles escarchados de la escenografía que la casa decide montar. Chanel apuesta por una ubicación de cuento de hadas: un pueblo de invierno, con sus chalets, sus cabañas y su manto blanco de nieve. La voz omnipotente nos recuerda que él entró en la firma para ‘construir algo nuevo’.
Su fallecimiento provoca que lo veamos a través de todas sus creaciones. Todo nos recuerda a Lagerfeld: siluetas alargadas, pantalones de talle alto, piernas interminables, abrigos y chaquetas cruzadas, lavaliers blancos, que vestían algunos escotes, estilos minimalistas… Y en definitiva, una influencia muy marcada por la década de 1990. La nueva colección de la Maison francesa fusiona creaciones contemporáneas, muy propias de los millennials, con códigos tradicionales de lo mejor de la coture francesa. Algo que el Karl siempre ha defendido y que lo ha caracterizado desde que entró en la casa en 1983.
El desfile comienza, y lo hace con Cara Delevingne, quien lo inaugura con un traje tweed– tejido inconfundible de la casa-. Tras su salida, la pasarela se inunda de prendas de punto, faldas de patas de gallo, y suéteres tradicionales de montaña. El tweed aparece en todos ellos. Los colores piden su minuto de gloria, y lo consiguen en una sucesión de siluetas pop que trae la idea de un sofisticado aprés–ski, con pantalones de esquí, plumas de color ácido…
La magia invernal llega para despedirnos, para acabar por todo lo alto. Otra sorpresa fue la aparición estelar de Penélope Cruz, la cual desfiló con una sonrisa en el rostro, además de una rosa blanca en la mano. Todo esto acontenció minutos previos a un final cargado de emociones, donde las modelos desfilaron del brazo, las lágrimas en el aire. Ojo, y lo hicieron bajo un trueno de aplausos.
El desfile es un homenaje constante al creador. Es elegante. Es sofisticado. Es francés. Es Chanel. Es Lagerfeld.
La invitación ya anunciaba que iba algo iba a ser algo mágico. En ella aprecía un boceto de Karl Lagerfeld, el representante en el brazo de Gabrielle Chanel. «Y el ritmo continúa».
Un pop de referencia, en su imagen, optimista y abierto al futuro, ahora en manos de Virginie Viard.
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