Cultura

¿Cómo sería ‘Billy Elliot’ si estuviese ambientado en 2021?

En el año 2000 llegaba a la gran pantalla una historia que, años después de su estreno, seguiría conmocionando a sus espectadores. En la Inglaterra de los años 80, en plena huelga de los mineros, Billy Elliot, un niño de clase media de tan solo 11 años, descubre que su pasión es el baile, y aspira a convertirse en bailarín de ballet profesional. Sin embargo, las circunstancias, el contexto, y la negativa de su padre al ver esta actividad poco propia de un hombre parecen poner frenos al sueño de Billy, pero la pasión, el talento y el apoyo de su profesora lograrán que Billy Elliot cumpla por fin su sueño de ser bailarín.

Esta historia de superación y de romper con lo establecido resultó conmovedora en el momento de su estreno, y aún en la actualidad sigue tocando los corazones de quienes se aproximan a ella. En 2005 la película se hizo musical estrenándose en Londres, y hasta el pasado marzo pudimos disfrutar de ella Madrid. Debido a la situación de pandemia que estamos atravesando, el musical no ha podido renovar para esta ciudad, pero sí que lo ha hecho en Barcelona, donde a partir de otoño de 2021 podremos volver a ver sobre las tablas la tenacidad con la que este niño lucha y consigue su sueño.

Parte de lo conmovedor de ‘Billy Elliot’ radica en la adversidad. Un contexto convulso, una familia a la contra y un entorno que consideraba el baile como un símbolo de pérdida de la masculinidad. Todo esto era lo habitual en el momento en el que se ambienta esta narración, inspirada a su vez en el caso real del bailarín Philip Mosley, pero ¿cómo sería el caso de Billy si estuviese ambientado en la actualidad?

Billy Elliot, 2000

Afortunadamente, en 2021 muchos prejuicios que hace unas décadas imperaban en la sociedad están ya extintos, y uno de ello es el que recae sobre la danza. Nacho Duato, Sergio Bernal, Ángel Corella, Isaac Hernández, Rafa Méndez… todos ellos hombres y profesionales del mundo de la danza se han hecho hueco en este mundo demostrando que el baile, como cualquier otra expresión artística y como cualquier otra profesión, no entiende de géneros. En este sentido, quizá el sueño de Billy Elliot no sería tan disparatado, pero en la práctica pueden aún existir adversidades. Dividir los sueños y pasiones por “cosas de chicos o “cosas de chicas” no solo está completamente pasado de moda, sino que se sumerge de lleno en el mal gusto.

Sin embargo, algunas personas no comprenden que no todo lo vintage es rescatable, y en según qué contexto puede ser más complicado luchar por ello. Pero no todo es negativo, pues aunque no es oro todo lo que reluce, la democratización y libertad que nos dan las redes sociales e Internet pueden jugar un papel clave a la hora de desarrollar los talentos incomprendidos. Cada vez es más frecuentes ver en plataformas como TikTok o Instagram la proliferación de pequeños bailes y grandes coreografías. Además, a raíz de la cuarentena del pasado marzo, son muchas las personas que se han sumado a hacer bailes casero y colgarlos en las redes, consiguiendo con ello no solo matar el tiempo, sino dar rienda suelta y visibilizar su talento.

De entre todas las manifestaciones culturales, tal vez la danza sea una de las menos valoradas y de las que menos eco tienen en el panorama, pero esto no tiene nada que ver con la falta de talento o profesionalidad que hay en este mundo. Si encendemos la televisión, veremos que casi todas las actuaciones musicales de mayor envergadura van acompañada de un cuerpo de baile que complementa en su totalidad al show. Lo mismo ocurre con programas musicales o de entretenimiento, y sí: en esos cuerpos de baile también hay hombres. Además, programas como FAMA a bailar o artistas como Lola Índigo, que se esfuerza por poner al mismo nivel la música y el baile, no solo se encargan de visibilizar y revalorizar este arte, sino que demuestran que de talento van servidos.

Así, dada estas circunstancias, si Billy Elliot viajase hasta 2021 posiblemente le sería mucho más fácil poder cumplir su sueño, aunque no por ello dejaría de encontrar piedras en su camino. La precariedad del sector cultural, los pocos medios con los que cuenta la danza o lo difícil que resulta hacerse un nombre en este mundo serían algunos de los monstruos con los que debería batallar nuestro protagonista. Quién sabe si en nuestra actualidad este niño soñador podría convertirse en una estrella del ballet, lo que sí que está claro es que, le pese a quien le pese, contaría con carta blanca para poder bailar en libertad.

Elena Romero

Estudiante de Periodismo y Humanidades en la Universidad Carlos III de Madrid. Muy del arte, muy del Sur, y muy de dejarme atrapar por las vueltas de la vida. De mayor quiero no dejar de aprender nunca.

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