Estar bautizado, estar en condiciones de dar misa y ser un hombre. Esos son los requisitos que se necesitan para ser sacerdote. Teniendo esto en cuenta, ¿por qué no podría ser cura un chico trans? Esta es la base Cristiano, un cortometraje escrito y dirigido por Adán Pichardo y Producido por Gadol Producciones y Miguel Ángel Olivares, que es toda una reivindicación de la integración del colectivo trans.
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Protagonizada por Iván Vigara y Nacho Guerreros, esta producción ahonda en las incongruencias de una institución conservadora y restrictiva. La Iglesia, aunque parece que va dando pasos adelante, en muchos de sus preceptos sigue pecando de opresora. El sacerdote que interpreta Guerreros va con vaqueros y converse, es poco convencional y abierto, pero sigue lastrado con la mirada nublada, que en un principio le hace espantarse al conocer la propuesta de Cristiano.
Sin embargo, la evolución del personaje es fantástica: transita entre la bondad y el desencanto, que comprobamos que va más ligado al qué dirán. Y quizás sea esto lo que demuestra que el problema está más en las altas esferas que perpetúan unos preceptos erróneos y no tanto en el mensajero (aunque esto no le exima de culpa). Tal vez, la clave sea escuchar, tratar de entender y valorar a las personas por cómo son, en este caso, por su fe y dedicación. Esta no es la regla general, lo que muestra la necesidad de reformulación de la Iglesia.
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Una crítica mordaz en un momento necesario
Importante también es el hecho de que, para hablar de este tema, se haya contado con un actor trans, un paso más en camino de la visibilidad de los actores del colectivo, que muchas veces son omitidos por las productoras. Vigara sabe bien de lo que habla y se nota, porque su mirada transmite verdad. Independientemente de si comparte o no la devoción de su personaje, que es lo de menos, su interpretación refleja la impotencia y el enfado a raíz de todas las trabas que le ponen a su colectivo. Por eso este corto es tan importante, porque su mensaje es transversal y necesario.
Por otra parte, el estilo elegido para abordar la cuestión es el idóneo. En los apenas 11 minutos de duración, el humor está siempre presente, desde el inicio, con un sacerdote atípico (o no), que baila sobre la mesa al ritmo de Tino Casal con un crucifijo a modo de micrófono. Pero también en las conversaciones, en los detalles. Inolvidable es la ingeniosa escena de tensión del intercambio de versículos, que termina de forma abrupta, pero cómica. Todo desprende humor, y esto ayuda a endulzar una historia que enfada, que hace pensar, pero que deja una buena sensación.
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Las reflexiones, si se hacen acompañadas de comicidad, mejor, porque acercan al espectador al producto y eso es, precisamente, lo que necesita este mensaje de inclusión. Cristiano llega en un momento de odio y agresiones, el escenario perfecto para recuperar todo lo que se le ha quitado al colectivo LGTBI+. El corto es el ejemplo de que no solo no hay que dar ni un paso atrás, sino que hay que coger impulso y luchar por una igualdad real.