Orden, disciplina, elegancia, sofisticación, atemporalidad, cosmopolita… Son algunas de las palabras que me vienen a la cabeza cuando pienso en Schlesser, una casa de modas que ya cuenta con una larga trayectoria y un currículum potente.
Hemos llegado al atelier, cinco minutos antes, puntualidad británica. El equipo nos recibe con la mejor de sus sonrisas, y pocos minutos después, aparece Daniel Rabaneda, director creativo de la marca. Os haré una confesión: me siento extraña y quizás algo nerviosa. Me consta que ha leído mi crónica de desfile sobre su última colección. Recuerdo que me respondió por Twitter y que me hizo mucha ilusión. Es raro. Es raro porque tengo la extraña sensación de que ya nos conocemos. La era de las redes sociales, cosas de la vida; supongo. Sonríe (mucho). Es risueño. La gente debería sonreír más, pienso en más de una ocasión. Tiene encanto natural, es tímido y su risa es contagiosa. Es un gran tipo. Con muchas cosas (interesantes) que decir.
¿Qué tres palabras que definirían a la casa Schlesser?
Contemporaneidad, atemporalidad y belleza.
Hace poco que te incorporaste a la firma, ¿qué ha supuesto para ti convertirte en el director creativo de Ángel Schlesser?
Lo único que tengo claro es que todo lo de mi alrededor ha cambiado. No es lo mismo trabajar en representación de una casa que trabajar en tu propia firma, tienes otro tipo de responsabilidades. La forma de crear es distinta. En Rabaneda solía contar mis propias historias. En Schlesser, tengo en cuenta un camino marcado y un contenido histórico.
Además, estoy aprendiendo mucho. La firma me está ayudando a crear un perfil como diseñador de cara al público, y a engrandecer y alargar mi currículum. Siempre pensé que diseñaría toda la vida para mi propia firma. No ha sido así, pero también me atrevería a decir que no voy a estar toda la vida en Schlesser. Así que, es una forma de prepararme para lo que pueda venir después.
“No dejamos de ser fondo de armario, pero ahora también somos tendencia”
¿Y qué crees que le aportas a esta casa?
La firma Schlesser siempre se ha caracterizado por ser una marca de fondo de armario. No persigue tendencias, es atemporal y puede que algo aséptica. Creo que le sumo ese punto de fast fashion que le faltaba y que la coloca un poco en el punto de mira de la prensa y de otro tipo de público.
No dejamos de ser fondo de armario, pero ahora también somos tendencia.
Habéis desfilado fuera de los pabellones de Ifema, ¿qué diferencias apreciáis?
Hay que tener claro que cada marca es distinta. Por lo que hay ciertas firmas que, aunque desfilen dentro de las pasarelas de Ifema, eso no les resta. Quizás por su tipología de prenda, pero no les afecta. En Schlesser los detalles importan, y mucho. El público necesita apreciar nuestras prendas a un palmo para poder entender la colección y su mensaje. Desde una sexta fila, la magia de nuestras creaciones se pierde. Es básico poder distinguir los colores, las texturas y el movimiento. Son las características que definen y que dan vida a nuestras colecciones.
Sin embargo, las pasarelas de París, Londres, Nueva York y Milán se encuentran fuera de un espacio concreto. ¿Está España algo atrasada en cuanto a este tema?
Sacar todos los desfiles de Ifema no es algo tan sencillo. Es un proceso complejo que nos perjudicaría tanto a los diseñadores como a la prensa, compradores… El problema no es que no queramos llevarlo a cabo, sino que muchas firmas no se lo pueden permitir. Si todos los desfiles salieran fuera, Ifema desaparecería porque no tendría ningún sentido que hubiera un espacio si no se celebran pasarelas. Eso conllevaría una pérdida importante de nuestra ayuda financiera, ya que se perdería todo el apoyo económico que tenemos. Un desfile en París no baja de 600.000 €, y aunque en España nunca alcanzaríamos esa cifra porque tanto los lugares como las modelos son más accesibles, sería un disparate que muy pocas marcas podrían hacer frente, y menos dos veces al año. La dirección de Charo Izquierdo tiene un punto de vista más global. De momento lo está haciendo bastante bien. ¿Se puede mejorar? Por supuesto. ¿Me gustaría que todos los desfiles se celebraran fuera? También. Pero simplemente porque eso ofrecería a los espectadores un trocito más cercano de la firma, detalles que dotarían a la colección de personalidad y que mostraría el mundo interior del diseñador, pero es muy complicado.
¿Qué querías transmitir con la última colección?
Todavía estoy tratando de encontrarme dentro de la marca. La primera fase fue mucho más compleja, no conocía al equipo ni ellos me conocían a mí. Éramos desconocidos. Fue un proceso de adaptación en el que lo más importante era encajar y entendernos para sacar la colección adelante. En esta segunda muestra me he sentido mucho más cómodo. Mi intención era rescatar la esencia de Schlesser, que se decía que se había perdido.
Algo que temía y que me marcó a la hora de aceptar este cargo fue ese hastag que corrió a través de todas las redes sociales: ‘Esto no tiene Ángel’. No quería que eso me pasara a mí también. Carolina, la chica que sucedió a Ángel, se comió todo el marrón y creo que su trabajo no se miró con la misma objetividad. Y como es normal, tenía miedo de que ese hastag ensombreciera mi trabajo. Por eso quería recuperar la esencia, además de rejuvenecerla. El target del perfil del Schlesser se sitúa en los 50 años. Queríamos llamar la atención de un público más joven y que la ropa pudiera intercambiarse entre madres e hijas.
Las prendas ya no están encasilladas en una franja de edad, hay otros tipos de valores en ella.
“Sacar los desfiles de Ifema conllevaría una pérdida importante de nuestra ayuda financiera, ya que se perdería todo el apoyo económico que tenemos”
¿Te preocupan las críticas?
¿Y a quién no?
¿Las lees?
Sí. Todas.
¿Dirías que existe una crítica de moda real en España?
No, pero tengo opiniones encontradas. Las críticas tienen su punto bueno y su punto malo. Una mala crítica, aún teniendo presente que es subjetiva, puede destrozar la carrera de un diseñador. Las críticas buenas ayudan a proteger su trabajo. No obstante, las malas te ayudan a crecer.
Nunca me he ofendido por una crítica mala. Escuece, pero tienes seis meses escasos para redimirte y crear otra colección. Cuando todo lo que te dicen es bueno, sabes que algo va mal. Simplemente porque es imposible gustarle a todo el mundo. Yo soy de los que prefiere oír lo malo, los fallos que han visto, porque siempre los hay. La perfección no existe. Hay errores de los que te das cuenta tú solo, pero hay muchos otros que se te escapan; y si nadie te los dice, no puedes rectificar.
¿Qué es lo más importante a la hora de crear un desfile?
No hay nada que sea ‘lo más importante’; además de las prendas, claro (sonríe). Cuidar la música, el espacio… Intento estar pendiente de todo, que el equipo sepa bien qué tiene que hacer, que tenga claro los objetivos, las funciones…. El backstage es como un campo de minas. Por tanto, es muy importante la organización. Dispones de unos veinte minutos para exhibir el trabajo de seis meses. Si algo sale mal, todo se va al traste. Si no hay coordinación, la gente no va a pensar en el trabajo de meses atrás, ese trabajo no se ve. Solo se ven los resultados.
No sabemos qué modelos nos van a tocar, por lo que intentamos hacer un producto que se pueda adaptar con facilidad. Lo mismo pasa con los zapatos. Hay que encargarlos con tres meses de antelación. Y naturalmente no puedes adivinar el número de pie si no sabes qué modelos van a desfilar. Hay muchas cosas que se escapan de nuestras manos. Y lo peor es que la gente se queda con eso. El trabajo que hay detrás es muy grande y laborioso. Trabajamos muy duro para que eso se valore.
¿Qué conexión había con la localización y la idea?
El lugar nos lo propusieron. Hay espacios que se estudian para que los desfiles se celebren ahí. Nos propusieron la Casa del Reloj y nos gustó porque acogía muy bien a la colección. No es un sitio recargado. Posee un punto muy urbano: las piedras en el suelo, en las columnas… Todo era muy cosmopolita, y esa es la visión que tengo sobre la mujer. Algo de música, unas cuantas luces y se hizo la magia.
“Si no hay coordinación, la gente no va a pensar en el trabajo de seis meses. Ese trabajo no se ve. Solo se ven los resultados”
No es lo mismo la historia que se cuenta en un desfile que la que encuentras en una tienda. ¿Qué diferencias podemos encontrar?
Hay personas que piensan que la moda es arte, y se convierte en eso mismo cuando se sube a una pasarela. El tema que se debate sobre la misma tiene que ver con las emociones, no con las prendas. El entorno y la historia que vas a contar es lo más importante. En una tienda pasa exactamente lo mismo. La única diferencia es que no dispones de lo mismos recursos: no tienes modelos, ni luces, ni música… Debes saber distribuir muy bien las prendas y darle el colorido que tienes en mente para acercarte lo máximo posible a aquello que querías transmitir en el desfile. Una dependienta debe saber contar la historia para establecer una conexión entre prenda y clienta. Es otro tipo de storytelling. En el desfile es todo show. En una tienda, el show funciona de otra manera. Sin embargo, la finalidad es la misma: que una clienta se enamore de los estilismos.
¿Sabe la gente lo que compra?
No. Pero una clienta no tiene por qué entender de telas, de formas, de la parte técnica o de materiales; para eso ya estamos nosotros, para explicárselo.
En Schlesser, tenemos una visión mucho más actual y hemos tratado de crear prendas con tejidos reciclados, a fin de que sean más ecofriendly. El problema es que a la clienta de 50 años no le importa el ecofriendly. No le interesa lo más mínimo. La sacas de la seda, le dices que es un tejido reciclado y ella te responde que eso le suena a barato y que no lo quiere. No son conscientes del impacto que tiene esa prenda en el medio ambiente, ni sobre lo contemporáneo que resulta usar una prenda ecológica. No conoce esos valores y le da igual no conocerlos. Otro ejemplo que se me ocurre es la lana. Me gusta mucho trabajar con este material y la mayor parte de ambas colecciones, invierno y verano, están elaboradas con ella. Cuando le dices a una persona que trabajas con lana no se imagina que es un tejido antitraspirable, antibacterianao, termoregularador y que se usa para confeccionar prendas de deporte. No le dan el valor que se merece porque no tienen conocimiento del producto.
Como diseñador, una de mis labores consiste en educar a la clienta sobre la riqueza de esos materiales que desconoce. Tendemos a pensar que cuanto más brille un tejido más noble es, y a veces no es así. Hay mucha desinformación en ese sentido. Sobre todo en esta marca.
Entonces, la moda se banaliza demasiado…
Sí. Vivimos en una sociedad en la que se consume de forma masiva. ¿A quién le importa la trazabilidad de una prenda? A nadie. No le importan de dónde viene, cuántas horas se ha invertido… Es muy banal comprar una prenda y ponértela. Toda prenda tiene una historia, pero es una historia que no le importa a nadie.
¿Hay mercado para vosotros?
Hay exceso de oferta y la demanda se concentra en una variedad de producto barato que te ofrece mucho sin contarte nada. En España, los diseñadores disponemos de un público muy reducido. Por eso tratamos de tener una proyección más global. No obstante, eso implica un esfuerzo que no todas las firmas pueden asumir.
“Toda prenda tiene una historia, pero es una historia que no le importa a nadie”
Somos más contemporáneos. Actualmente vivimos en pleno estallido millennial. Las influencers se han hecho las reinas del front row e incluso hemos cambiado nuestros lenguajes. ¿Qué consecuencias conlleva eso para las casas de moda?
Es normal que una sociedad avance y que los lenguajes se alteren. Tú lo has dicho: vivimos en una época en la que los millennials, y la gente en general, posee una sobredosis de inputs que se modifican constantemente. Fidelizar un millennial a una marca es casi un milagro, pero aún así, tratamos de captar a ese tipo de cliente. Hay que ser inteligente. La moda pret-à-porter nació en los años 40. Los nacidos durante esa época se están muriendo, han muerto o se van a morir. Una firma debe seguir vendiendo si quiere sobrevivir en el tiempo. Eso las obliga a reinventarse y a cambiar su imagen si es necesario. La gente joven vive la vida de otra manera y está poniendo el mundo patas arriba.
Dos objetivos: devolverle a la firma Schlesser su Ángel y llamar la atención de un público más joven. ¿Crees que lo has conseguido?
No se trata de lo que yo crea. Mi trabajo se dirige a un público que venera a la firma. Mi misión pasa por recuperar la atención de la prensa y por volver a captar nuevos clientes. Lo que yo opine da igual. Afortunadamente, el feedback que he recibido hasta ahora es que he conseguido estos dos objetivos. He trabajado mucho para que así sea y estoy orgulloso de lo que estoy haciendo. Adoro que la gente entienda y aprecie mi trabajo. Eso es con lo que me quedo.