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El documental: el género olvidado del séptimo arte

El documental fue y es la sombra del cine de ficción, su éxito es menor que el de su compañero de profesión. Sin embargo, el cine de no ficción adquiere una importancia mayúscula en nuestros tiempos como el aclarador de verdades o el paleontólogo de la realidad. Su labor va más allá de la representación del mundo a los ojos de un espectador, sirve de productor de cambios, de actor social o incluso de denuncia. Pero, a lo largo de su historia, el documental ha sido relegado a un segundo plano, valorado por académicos, historiadores, cinéfilos y olvidado por la gente común. Pero muy lejos de fenecer, el documental está encontrando su sitio en las plataformas online como Netflix o HBO. Las cuales, han apostado por realizar este tipo de obras audiovisuales como forma para adquirir prestigio: con series documentales, películas documentales o metrajes de naturaleza.

El documental fue y es la sombra del cine de ficción, su éxito es menor que el de su compañero de profesión

Considero importante dedicar un escrito a la labor del documental en su globalidad, desde los inicios hasta la incipiente actualidad. Hoy más que nunca, la línea que separa la ficción de la no ficción es más fina que nunca. Llegando incluso a ser translúcida, y con elementos propios de cada género que se entremezclan, creando nuevos géneros que interesan a los espectadores.

Si nos remontamos a la creación del cine, Los hermanos Lumière fueron los pioneros con la creación del cinematógrafo, un dispositivo ágil que podía filmar imágenes en movimiento (y más ligero que el Kinetoscopio de Edison). Los hermanos Lumière consideraban su invento desde un prisma científico, por lo que las primeras grabaciones que hicieron fueron del tipo social (salida de los obreros de la fábrica en 1895, la llegada del tren a la estación…). Es decir, en sus inicios el cinematógrafo tenía un sentido documental, en cuanto a que permitía representar la realidad social de la época.

El documental está encontrando su sitio en las plataformas online como Netflix o HBO

Pero, la aparición de George Méliès introdujo un cambio en este aspecto. Méliès sacrificó lo real por la imaginación, él prefería la vastedad de la fantasía y se le puede considerar el neófito del cine de ficción. Sin embargo, estos archivos de los Lumière no se pueden considerar como los primeros documentales de la historia porque carecen del punto de vista de un documentalista, como la figura que unifica un discurso acerca de una realidad concreta. Es entonces en esta época dónde se bifurcaran dos corrientes: el arte de la ficción y el documental.

Por unanimidad se dice que el primer film de no ficción fue Nanook el esquimal (1922) de Robert Flaherty, la obra intentaba mostrar el día a día de la cultura esquimal antes de ser invadida por occidente. Para ello, su director convivió durante dos años con ellos. Era un primer acercamiento proactivo del documental, en cuanto a que el autor se inmiscuía en los quehaceres de una sociedad desconocida para él. Estos primeros documentalistas surgidos entre la década 20 y 30 del siglo pasado adoptaban el rol de exploradores o transmisores de la realidad social.

Otros nombres que merecen la pena ser mencionados son John Grierson que se aproximó más al aspecto social de su propia cultura. Él, a diferencia de Flaherty, no llevaba a la pantalla lo foráneo sino que centraba su atención en lo oriundo. Films como Drifters (1929) sobre la vida de los pescadores en Gran Bretaña o Night mail (1936) con el foco en el reparto de la correspondencia postal. Vertov hacía lo propio en la URSS, pues mostraba la revolución proletaria a pie de calle con obras como El hombre de la cámara (1929). Vertov se consideraba a sí mismo como un reportero que era capaz de mostrar la realidad como él solo la podía ver, surge por tanto, el concepto del punto de vista del documentalista.

«Soy un ojo fílmico, soy un ojo mecánico, una máquina que les mostrará el mundo como solamente yo puedo verlo» – Vertov

Al mismo tiempo, una serie de cineastas experimentan los límites del género estrechando las diferencias entre la ficción y la no ficción. El documental experimental orbita en torno a la figura de Joris Ivens que intentaba mostrar la realidad desde otros puntos de vista. Los elementos más importantes era la intencionalidad del autor para crear documentales más abstractos y complejos. Lluvia (1929) es un gran ejemplo de esta corriente. Ivens, su director, filmó la lluvia en Ámsterdam durante y después. Dentro de esta corriente experimental se podría incluir a Buñuel con su documental Las Hurdes, tierra sin pan (1933), una obra que está en el límite de lo que se considera obra de no ficción. Buñuel mostró las penurias de España en una región de Extremadura, la inclusión de una voz en off sarcástica y la reconstrucción de escenas por parte del director muestran lo inclasificable de la propuesta.

El género documental tiene un enorme poder sugestivo y evocador, fue antes y durante la Segunda Guerra Mundial que los líderes estatales utilizaron el cine de no ficción como plataforma de propaganda (documental político). Figuras como Leni Riefenstahl con El triunfo de la voluntad (1936) u Olimpiada (1936) ensalzaban el nazismo. Durante la guerra se realizaron documentales para animar a los jóvenes a luchar por sus principios, John Ford realizó La batalla de Midway (1942) o Paul Rotha con The world is rich (1940). Esa primera pretensión del documental de mostrar la realidad iba poco a poco desdibujándose, en favor de ideales políticos y propaganda.

Acabado el conflicto, se abre una nueva etapa en la forma de hacer documentales. Se distinguen dos corrientes principales que se empiezan a desarrollar a finales de 1950: el cinema vérité y el cine de observación (o cine directo). El primero, impulsado por Jean Rouch, proponía que la cámara sirviera de catalizador, provoca la acción e interactúa con los sujetos durante la filmación. Un ejemplo es Chronique d’un été (1961) de Jean Rouch y Edgar Morin, en donde filmaron el día a día cotidiano de Paris. Respecto al cine de observación su cometido era reflejar la realidad tal y como se ve, sin interferir en el registro de imágenes, la cámara como un observador pero sin ser partícipe de los acontecimientos. La figura más destacada dentro de esta corriente fue Richard Leacock (antiguo colaborador de Flaherty).

La década de los setenta en adelante marcará una explosión de acercamientos en la forma de realizar documentales. Habrá de todo los géneros: históricos, sociales, experimentales, de naturaleza, animación, musical, deportivo, de crítica social…

Algunos cineastas más experimentales, eliminaron cualquier tipo de narración para dar mayor relevancia a la imagen y a la forma. Documentales como Koyaanisqatsi (1982) de Godfrey Reggio o Baraka (1992), que intentaban mostrar la naturaleza, las relaciones sociales, el avance de la tecnología…todo con un montaje de imágenes sorprendentes al ritmo de melodías que unificaban el sentido global de la obra.

Otros se aproximaron más a la construcción histórica de hechos fatídicos de la humanidad. El mayor exponente es Claude Lanzmann y su impresionante reconstrucción del genocidio judío en Shoah (1985), gracias a innumerables testimonios que te ponen los vellos de punta.

El documental también se vio como un mecanismo de denuncia, que sirve hoy en día para mostrar las injusticias del mundo que nos acontece. Documentales como La isla de las flores (1989) que mostraba la realidad de los países en desarrollo, Earthlings (2005) o Una verdad incómoda (2006) sobre las consecuencias del ser humano en la naturaleza. Food inc (2008) sobre las industrias alimenticias o Bowling for Columbine (2002) como crítica de la legalidad de las armas en Estados Unidos. Es decir, multitud de temas que sirven para vislumbrar los lados más negativos de la influencia del ser humano en el mundo.

Para no extenderme más, decir que la aparición de la tecnología digital permitió una mayor portabilidad en el registro de imágenes, así como una mayor calidad. Esto explica el aumento de documentales de naturaleza porque necesitan de imágenes impactantes que llamen la atención del espectador.

La aparición de la tecnología digital permitió una mayor portabilidad en el registro de imágenes, así como una mayor calidad

Como hemos visto, la historia del documental es escalonada, sus transformaciones a lo largo de la historia se han realizado por pasos y eso ha permitido la vastedad de géneros que disponemos hoy en día. Además, los códigos del documental cada vez llaman más la atención a la gente. Es por eso que muchas veces son utilizados por su hermano cinematográfico, el cine de ficción, dando lugar a géneros como el falso documental (This is spinal tap o American animals) o películas basadas en hechos reales.

A pesar de que el documental cada vez es más apreciado, siendo un género donde de forma atípica surgen grandes éxitos (sobre todo en plataformas), necesita de mayor difusión. En una situación como la que vivimos hoy en día, con enormes injusticias y aterradoras situaciones sociales, debemos apoyar un género olvidado como el documental que se propone ser un denunciador o un reflejo de lo que acontece. Es desde este aspecto que nuestra realidad puede cambiar para bien.

Oliver De la Torre

Estudiante de periodismo de la universidad Carlos III de Madrid. He participado en varios cortometrajes para la ECAM (escuela de cine de Madrid) entre los que destaca "Adosados" (2017). Soy cinéfilo, melómano y hedonista. Disfruto y aprendo de las pequeñas cosas que nos brinda la vida.

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