¿Te has planteado alguna vez por qué sigues a la gente que sigues en Instagram y en el resto de redes sociales? Echemos un vistazo juntos. Por supuesto los primeros que nos vienen a la mente son los amigos, tus primos e incluso tus padres o abuelos (sí, hasta mi yaya tiene Instagram). Personas con las que más interactúas por stories y comentarios, con las que subes fotos o a las que simplemente etiquetas en sorteos.
Luego están los famosos, porque siempre hay alguno en nuestra lista de ‘Seguidos’ (aunque no sé a vosotros, pero a mi casi no me aparecen sus fotos en el feed). Después vendrían los perfiles más “inspiradores”, sobre arte, cultura, política, business, medio ambiente, cuentas sin rostro o cuya persona detrás no tiene mayor relevancia que te permiten estar al día y alimentan tu curiosidad y conocimiento.
¿Y luego? Luego viene el gran meollo de las redes sociales: los influencers. Personas, “como tu o como yo” (con muchos, muchos matices) que por su discurso, estilo de vida, experiencias, visión de las tendencias o ya sea por puro salseo se convierten en nuestra fuente de entretenimiento principal.
Para bien o para mal los influencers se han convertido en nuestros consejeros comerciales, mostrándonos lo mejor de la vida (y de las marcas) a través de sus “inspiradores” perfiles
Hace tiempo que los influencers dejaron de ser la nueva tendencia del marketing y las redes sociales. Tras años y años viendo como estos prescriptores se hacían cada vez más grandes y ganaban cada vez más peso en las campañas de todo tipo de marcas para atraer a las generaciones más jóvenes, podemos decir que los influencers están en su punto álgido y totalmente asentados en la sociedad de hoy en día. Para bien o para mal estas personas se han convertido en nuestras consejeras comerciales, mostrándonos lo mejor de la vida (y de las marcas) a través de sus “inspiradores” perfiles.
No obstante, sus consejos, en la mayoría de los casos, no dejan de ser anuncios de publicidad en la nueva era digital. Algo que tampoco debería molestarnos demasiado, porque es su forma de ganarse la vida y nosotros, los seguidores, somos quienes les damos la fuerza, el apoyo y el engagement que necesitan para seguir creciendo. El problema viene cuando, muchos de los influencers se aprovechan del voto de confianza con publicidad encubierta, lo cual está prohibido por ley.
Toda su vida, sus aficiones, viajes y relaciones pertenecen a ese mundo siempre a la vista. Siempre perfecto y siempre grabado desde el mejor enfoque donde su rutina diaria se ha convertido en una publicidad constante
Pero ¿de dónde surgen los influencers? Los seres humanos somos animales sociales. Es decir, vivimos en comunidad a través de unas normas de convivencia. Y siempre, de forma más o menos literal, bajo la influencia de un líder o alfa de la manada. Tenemos el deseo innato de seguir a gente talentosa, inspiradora o pasional, ejemplos de lo que nos gustaría ser o conseguir.
Celebrities, intelectuales, futbolistas, todos ellos están entre los primeros de esta selecta lista. Una lista a la que hemos añadido a los prescriptores digitales, por su cercanía, familiaridad e historia de éxito. Porque ellos son como el resto del mundo. Personas normales que a través de la cámara o el móvil nos muestran su día a día normal y corriente. Sin embargo, no sé si eso sigue siendo cierto del todo.
Ha llegado un punto donde la línea de normalidad se ha cruzado. Los perfiles de influencers ya casi parecen pequeños reality shows (dentro de muy poco Amazon Prime sacará el reality de la influencer Chiara Ferragni) donde toda su vida, sus aficiones, viajes y relaciones pertenecen a ese mundo siempre a la vista. Siempre perfecto, siempre grabado desde el mejor enfoque. Entre foto y foto nos muestran su vida de “mentira”, donde su rutina diaria se ha convertido en una publicidad constante de productos y marcas.
El problema es que, a estas alturas de la película donde todo son viajes, regalos y colaboraciones con marcas… Seguimos pensando en los influencers como personas corrientes. Personas con grandes pasiones por la moda, los viajes o los videojuegos. Que si trabajas mucho tus perfiles, tú también puedes tener su misma vida perfecta. El cuerpo perfecto, los amigos perfectos y la casa perfecta que te muestran en sus publicaciones. Y esto, no es verdad.
No digo que su trabajo no requiera un gran esfuerzo, paciencia y mucha ambición y perseverancia para mantenerse a flote. Pero para disfrutar de su contenido hay que ser consciente de que su trabajo y su vida es vender una imagen perfecta filtrada por las redes sociales. Que no todo es tan genuino y casual como nos hacen creer, ni llevan un nivel de vida que una persona normal pueda permitirse. Sabiendo esto, es hora de volver a hacerte la pregunta del principio, e igual descubres que cambia la respuesta.