Una película no se compone simplemente de unos actores que dicen sus frases en un determinado sitio obligados a hacer lo que el guion les dicta. El cine y la creación de una película van mucho más allá. Elementos que no vemos, ocultos, pero que tienen su sentido, su narrativa y su importancia. El diseño de los escenarios, los objetos o los silencios, todo ayuda a conformar el significado de una película. Pero muchas veces se ignora el diseño de vestuario, una pieza fundamental dentro de una producción. Es lo que acompaña al actor en todo momento, lo que viste a la película, lo que asociamos a una personalidad o a un rol. Hoy nos vamos a centrar en este importante aspecto, que sin él el cine no sería lo mismo.
Debemos echar la vista atrás para apreciar el trabajo de los pioneros españoles de este arte. Hay que hablar sí o sí de Eduardo Torre de la Fuente. Mítico cineasta de los años 40 y 50 encargado del diseño de vestuario, entre otras importantes tareas, de muchos de los filmes de esos años. De la misma importancia es León Revuelta, encargado de diseñar el vestuario de dos grandes obras de nuestra filmografía, La colmena (1982) y Los santos inocentes (1984). Podemos afirmar que es un arte, una pieza simbólica e inspiradora que forma parte de nuestra cultura y debemos estar orgullosa de ella.
Si avanzamos un poco más en el tiempo salen nombres como el de Javier Artiñano, quien ha ganado el Goya hasta en cinco ocasiones, el diseñador de vestuario más laureado de todos los tiempos. Lo ganó por El bosque animado (1987), El rey pasmado (1991), El maestro de esgrima (1992), Lázaro de Tormes (2000) y por Juana la Loca (2001). Pero es obligatorio hablar también de Lala Huete, ganadora del Goya gracias a La niña de tus ojos (1998), El embrujo de Shanghai (2002) y El greco (2008). Es imposible no hablar de la cineasta hispano-británica Yvonne Blake, quien ganó cuatro premios Goya por Remando al viento (1988), Canción de cuna (1994), Carmen (2003) y El puente de San Luis Rey (2004). Incluso llegó a ganar un premio Oscar por la película Nicolás y Alejandra (1972).
Podemos repasar lo que nos ha dejado la última década en cuestión de Goyas a mejor vestuario. Empezando por el 2010 y por Gabriela Pescucci, quien ganó el premio por la película Ágora (2009), laureado filme de Alejandro Amenábar. Un año después sería Tatiana Hernández la que conseguiría el Goya por la película Lope (2010), biopic del famoso escritor español. En 2012 fue Clara Bilbao la que mejor vestuario creó, esta vez para Blackthorn. Sin destino (2011), un western de aventuras. Paco delgado lo ganó al año siguiente por la aclamada versión oscura de Blancanieves (2012). Francisco Delgado López lo ganó en 2014 por la estrambótica película de Las brujas de Zugarramurdi (2013). Francisco García lo consiguió en 2015 gracias a La isla mínima (2014). Un año después Clara Bilbao acertó con el vestuario de la película Nadie quiere la noche (2015), de Isabel Coixet. En 2017 fue Paola Torres la afortunada con su increíble trabajo en 1898. Los últimos de Filipinas (2016). Saioa Lara lo ganó al año siguiente por Handia (2017). Clara Bilbao vuelve a repetir Goya con La sombra de la ley (2018). Y Sonia Grande cierra la lista con el goya de 2020 por la película Mientras dure la guerra (2019).
Un arte poco apreciado, pero bello y con mucho que decir en nuestro cine.