«Veneciafrenia» es el nuevo largometraje de Álex de la Iglesia. Durante su premiere en el Festival de Sitges, un grupo de medios hemos podido entrevistarle y hablar acerca de su película para conocer la visión y el mensaje que quiere transmitir.
¿Cómo surge la idea de Veneciafrenia?
Estaba de viaje en Venecia y, como todos hemos pensado alguna vez, pensé «Qué desastre que el turismo terrible se hunda poco a poco bajo las aguas». Pero luego dije «Yo soy uno más, yo soy el turismo». Y en el momento en el que reconozco que formo parte del problema, digo «sería interesante hacer una película en la que alguien, de pronto, intentara parar el turismo». El turismo sigue siendo ajeno a esa situación, yo creo que todos nos ponemos máscaras o móviles para narrar las cosas directamente, verlas a través de un filtro, y que nos parezca que todo es una especie de representación, en la que nosotros somos sólo público, y no es cierto. Somos espectadores y, al mismo tiempo, actores, y muchas veces, culpables.
¿Sueles fusionar en tu mente la ficción con la realidad?
Sí, a mí me ocurre, y es comprensible que me ocurra porque me dedico a esto y cada vez tengo menos tiempo de vida normal y estoy más tiempo rodando y configurando un universo de ficción, cosa que me encanta y me hace muy feliz, pero por otro lado no es necesario hacer como yo. Yo creo que todos tendemos a convertir la realidad en una especie de proyección, o intentamos colocar filtros para no sentirnos involucrados en esa realidad. Es algo que pasa en la historia e intento mostrarlo en la película.
Es curioso que seas de Bilbao y hagas una película de terror sobre Venecia, ¿No crees que sería más propio de un italiano?
Esta película no se atrevería a hacerla alguien de Italia, necesitas un cierto componente de inconsciencia, verlo desde fuera y poder disfrutarlo. Si estás dentro, te da tanto miedo y te importa tanto que no hablas de ello. Hay algo muy bonito que es contar una historia de terror con algo que realmente a todos nos preocupa y que es muy presente, el problema de Venecia, pero lo que me interesa es la desaparición de la belleza, de eso que amamos, al final destruimos aquello que amamos. Es el fundamento de la mayoría de películas del fantástico: por querer mucho a algo, terminas matándolo o destruyéndolo. También estaba presente en Balada triste de trompeta, cuando los dos payasos quieren tanto al acróbata que terminan matándolo.
Eres de los pocos directores que hace una película por año… ¿Cuál es el motivo?
Me gusta muchísimo rodar. No puedo ser más feliz que rodando. Creo que se me nota, disfruto haciéndolo. Disfruto jugando a ser puppet master, como en la película, ese momento con la pobre Silvia, tirando de las cuerdas. Me gusta vivir rodando, no es una exigencia, es un privilegio. Creo que a todos los directores nos pasa. Y precisamente, para compartir esa suerte, lo que llevo haciendo desde hace 5 o 6 años es montar una productora para poder rodar más, y aunque no sean mías, verme involucrado en el rodaje de otra gente. He descubierto que producir también me gusta mucho. Es una gozada conseguir que salga adelante la visión de alguien.
¿Cómo se te ocurre seguir creando la historia?
Primero, pensando. El hecho de pensar qué pasaría si gente de Venecia, de repente, decide convertirse en una especie de «grupo terrorista». El personaje quiere hacer las cosas bien, salvar la ciudad y quiere repercutir en los medios, y se le va de las manos porque su hermano gemelo decide pasar a la acción cometiendo crímenes. Ahí entendí la historia, lo que estaba pasando y mi posición. En base a eso, fui construyendo la historia.
Además del problema de la ciudad, ¿qué otras realidades buscas reflejar en la película?
Es una película muy anclada en la realidad. Hay un personaje que desaparece porque no está en las redes, y no hay ninguna forma de encontrarlo. Eso es algo que está ocurriendo ahora mismo, las cosas las entendemos a través de las redes. Si vas a una fiesta y no sacas una foto y la cuelgas, es como si no hubiese habido fiesta. No es necesario comunicar a las redes lo bien que te lo estás pasando.
‘Tenemos la necesidad de colocarnos una máscara para presentarnos a los demás, diciendo qué feliz soy, cuántos amigos tengo… Y eso es falso’
¿Crees que vivimos con una máscara?
Sí. Vivimos en una especie de carnaval constante en el que tenemos la necesidad de colocarnos una máscara para presentarnos a los demás, diciendo qué feliz soy, cuántos amigos tengo… Y eso es falso.
En Veneciafrenia hay una clara influencia del giallo clásico…
Para mí el giallo es como Venecia. El cine de terror de los 70 italiano es como una belleza increíble, es una especie de momento mágico, bellísimo y divertidísimo del cine, con una libertad creativa alucinante y que ha desaparecido bajo las aguas. Que la película sea como un giallo es muy deliberado, muy consciente, el tipo de títulos de créditos directamente lo suscribe. Sobre todo, por la libertad creativa. Ahora las películas están mucho mejor hechas, tan bien que parece no tienen alma. Y a mí me encantan esas películas porque introducen el error dentro del amor que sientes por la película, la locura, la irregularidad, el desequilibrio entre el principio y el final, en definitiva, cosas que la gente ve como errores y a mí me parecen aciertos porque las hacen películas únicas.
¿Cómo llevas a cabo el desarrollo de la idea original?
Ese el tema, lo complicado. Todos tenemos grandes ideas acerca de películas que les gustaría hacer y que no hacen. Lo primero de todo es saberte falible y no importarte ser falible. Atreverte a hacer las cosas porque lo importante es hacerlas, no obsesionarte con tener un proyecto perfecto, que nunca llevas a cabo. A mí no me interesan los directores que ruedan cada cinco años, me encantan, pero no me interesa para mí, a mí me gusta rodar y llevar a cabo las cosas. Tenía un amigo que lo explicaba perfectamente en una situación que explicó mi vida entera. Hacíamos los dos tebeos, y un día lo habíamos dibujado mal, no nos había quedado al gusto de ninguno de los dos, y entonces me dijo: «Es que yo para hacerlo mal, no lo hago» y yo pensé que eso no era así. Yo lo hago, luego si coincide o no coincide con mis deseos es otra cosa, pero yo lo voy a hacer.
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