Una vez más, Balmain nos ha dejado sin palabras. La colección ha sido, sin ninguna duda, un ejemplo de sutileza. Trabajando en mil tonos de beige, Rousteing desarrolló una historia de ponchos de manta, sastrería asertiva, camisas y pantalones de seda escarpados y vestidos de cuero de lujo. Y que además quedan bien.
«Esta colección adapta los símbolos de la exclusión de la clase alta y los retuerce para centrar la atención en un mundo más amplio y ya no cerrado, uno de puertas y mentes abiertas». El aspecto de la alta burguesía es para todos, dijo Olivier Rousteing con esta sólida colección de inspiración ecuestre. «No importa el color de su piel, o de donde vengan». Y sí, a veces lo único que puedes hacer es asentir con la cabeza, tiene toda la razón. El drapeado, las lujosas telas y los simples pero llamativos detalles que hacen que queramos todas y cada una de las prendas del show.
Esta temporada, Balmain trae una nueva suavidad a la sastrería, moldeando cuero sintético en chaquetas acolchadas con kimono y faldas, y tops moldeados sobre pantalones y botas de cuero para un estilo más informal pero moderno. Los hombros puntiagudos también estuvieron presentes pero menos agresivos que en otras ocasiones. Para la noche, los vestidos de diosa con capa en tonos terrosos.
El director creativo dijo que sentía que era una evolución, y que también se leía como tal. Una colección sólida que debería ser influyente en todos los niveles del mercado. En otras palabras, debe ser inclusiva hasta la médula. «Necesitamos poseer algo para cambiar el futuro».
Pero eso no es todo, Esther Cañadas fue la encargada de cerrar el desfile en París. Un guiño más de la industria a la moda española y a la idea de que la belleza y la elegancia no tienen edad. La supermodelo española volvió a desfilar tras diez años alejada de las pasarelas. La última vez que vimos a la top desfilar fue en julio de 2010 para Custo Barcelona. A sus 42 años, demuestra que sigue estando en plena forma al caminar con elegancia vestida con un traje de chaqueta negro y camisa blanca.
«Me han puesto en una casilla de glamour, de hombreras sexys, pero no quiero estar en ella», dijo Olivier. Y, la verdad ¿quién quiere formar parte de una etiqueta? Nadie.