Ayer se celebraba el Festival de Eurovisión en Lisboa (Portugal) un país donde la cultura fue la gran anfitriona de la noche y, además, un país vecino que nos facilitaba la llegada al festival de la canción a los más aficionados. Pero ¿el público animaría a Amaia y Alfred o irían a pasarlo bien? Parecía que un poco de todo hasta que empezó la semana de concentración, los ensayos y las primeras actuaciones. Almaia se convertía en una actuación monótona, sosa y decepcionante.
Durante esta semana hemos estado viendo los ensayos, las pruebas de vestuario, los cambios de realización y las mejoras vocales, pero lo que no esperábamos es que la actuación final no tuviese ninguna sorpresa, que fuese tan sosa como la de los ensayos y que finalmente se convirtiese en una actuación aburrida. En comparación con los demás países, no tenía nada.
Cuando comenzó la actuación parecía que todo era perfecto, con un plano general muy bonito con todo el público iluminado de pequeñas luces blancas, parecía una marea galáctica y mágica. Amaia preciosa, con tacones, vestido largo firmado por Teresa Helbig y un beauty impoluto. Alfred con traje de Varela, iba guapo (dentro de lo que cabe). Pero, todo empezó a cambiar cuando empezaron a cantar, ella empezó desafinada y el muy nervioso. Gracias a dios todo fue a mejor, cuando se empezaron a tocar y rozarse se relajaron y todo fue como la seda. Hasta que llegó el momento más deseado de la canción, cuando la canción rompe y la magia brilla, pues no, nos quedamos con las ganas, mucho cambio de cámara, mucho plano general, poco movimiento de ellos en el escenario, nada de escenografía, nada de puesta en escena, hemos pecado de pensar que solo la magia nos haría ganadores de Eurovisión. El amor no lo es todo, llevábamos una apuesta buena, pero poco trabajada, no podemos permitirnos cualquier cosa, no podemos dejar que hagan lo que quieran, hay que meterles caña. ‘Lo malo’ hubiese puesto a Lisboa en pie, no hubiésemos ganado pero mínimo nos recordarían.
El principal problema de este año en Eurovisión es que el público que votó en Operación Triunfo el tema que representaría a España, no votó a la canción, votó lo que veía, una canción bonita interpretada por una pareja de adolescentes que viven su primer amor y eso trasciende a las casas de millones de españoles. No hemos querido ver más allá. Y es que el festival de Eurovisión no habla de sentimientos, habla de sensaciones, de cosquillas que te remueve por dentro y canciones que no pasen desapercibidas. Y eso nos falló, no estar a la altura de Europa.
Tengo que destacar positivamente, que yo, como español, si vi la magia, si sentí lo que la mayoría de los españoles votaron aquella noche y si creí siempre en que eran buenos representantes de España en Eurovisión. Pero la actuación fue pobre, sosa y poco eurovisiva.
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