Mens sana in corpore sano (“Mente sana en un cuerpo sano”). Fue la máxima empleada durante el siglo X en el imperio romano. Y aunque en esa época se utilizaba con un sentido totalmente diferente al que le damos ahora, ha permanecido hasta la actualidad.
La preocupación por nuestra salud ha aumentado en los últimos años. Verse bien y sentirse bien se ha convertido en una de las mayores preocupaciones entre la población de todo el mundo. El cuerpo es un templo al que prestarle atención y cuidar a través de una nueva religión que denominamos ser «fitness».
Es adictivo, engancha, tal vez por la liberación de endorfinas al hacer ejercicio que nos permite disminuir el dolor emocional y aumentar nuestro estado de bienestar. Pero como cualquier adicción, el exceso puede llegar a ser perjudicial.
Está bien regular la comida que tomamos y complementarlo con un poco de deporte, pero en muchas ocasiones, puede llegar a obsesionarnos. Y cuando se llega a ese punto, es muy difícil cambiarlo. Por ello, se deben tomar buenos hábitos que permitan desconectar de esta nueva vida “fitness”.
El gimnasio es adictivo, engancha… pero como cualquier adicción, el exceso puede llegar a ser perjudicial
Al igual que hacer ejercicio nos permite desconectar y evadirnos de todo, también es recomendable descansar del gimnasio. Nuestro cuerpo lo necesita, nosotros mismos lo necesitamos. Sino, algunas de las consecuencias podrían llegar a ser muy graves.
La vigorexia, entre ellas. Un trastorno psicológico que hace que una persona se preocupe por tener un cuerpo de gimnasio y se vea menos musculada de lo que realmente se encuentra. Todo ello en muchas ocasiones procede de la obsesión por tener un cuerpo perfecto como se muestran en las revistas o mensajes publicitarios.
La runnorexia es otra de las consecuencias que el exceso de deporte puede acarrear. Esta enfermedad suele aparecer entre las personas que tienen una baja autoestima en ellas mismas. De este modo, se recurre frecuentemente al “running” para intentar llenar ese vacío. Y al refugiarse en este exceso de ejercicio, su calidad de vida va disminuyendo hasta tal punto de aislarse de su entorno.
En el equilibrio está la virtud. Aristóteles ya nos avisó. Es necesario encontrar el punto medio entre hacer deporte y tener tiempo para descansar de él.