Muchas veces nos cuesta identificar verdaderamente que mueve nuestras ganas de comer. ¿Hambre o ansiedad? Esa es la cuestión fundamental.
La ansiedad es ese fenómeno que nos produce un apetito fuera de lugar, es decir, cuando estamos en el sofá viendo la televisión y no estamos haciendo nada, o mismamente cuando no podemos dormir. Estas situaciones constituyen lo que algunos especialistas consideran “la alimentación emocional”.
Un intento por llenar un vacío con comida. Pero ojo, no cualquier comida, en esos momentos lo que nuestro cuerpo nos pide son carbohidratos, productos ultra procesados y llenos de azúcar. De este modo, ese agujero parece desaparecer momentáneamente hasta que vuelva a ocurrir la misma situación otro día, y vuelta a empezar.
«La comida nos aporta placer y satisfacción, es un reflejo de cómo nos sentimos y encontramos por dentro»
La comida nos aporta placer y satisfacción, es un reflejo de cómo nos sentimos y encontramos por dentro. Por ello, aquellos días en los que estamos más nerviosos de lo normal o más tensos, optamos por prepararnos algo saciante y grasiento. En cambio, si estamos teniendo un buen día en el que todo nos está saliendo bien preferimos dedicarle más tiempo a nuestra alimentación y cocinarnos algo más sano.
Debemos conocer nuestras limitaciones y las de nuestro cuerpo también. Realmente según los expertos se deben esperar 20 minutos tras llevar a cabo una comida para notar esa sensación de saciedad. La impresión de “estar llenos”, solo llega unos minutos después de haber comido, por lo que hay que medir un poco la cantidad que seguimos ingiriendo por pura “gula”.
1. Hacer ejercicio. Sí, suena duro, difícil, pero la clave es encontrar algo que motive. Y si es con más gente, mejor. Nos ayuda a controlar nuestras emociones, a segregar la hormona de la felicidad y a sentirnos mejor con nosotros mismos. En realidad, son todo ventajas.
2. Beber más agua. Es una de las pruebas de fuego para saber realmente si se tiene hambre. Muchas veces cuando nuestro cuerpo se siente deshidratado nos provoca la sensación de hambre que muchas veces es falsa. Si una vez que hayamos bebido (que también ayuda a escapar un poco del hambre) seguimos sintiéndolo, es que realmente tenemos que comer algo.
3. No te saltes ninguna comida. Lo ideal es hacer 5 o 6 comidas al día para intentar mantener el hambre a raya. Deben pasar como unas tres horas entre una y otra para poder mantener nuestro cuerpo activo todo el día. De este modo, a la ansiedad ni se le ocurrirá aparecer.
4. Practicar meditación. Intentar mantenerse relajado durante un rato. Tomarse las cosas con calma para poder pensar qué nos causa malestar y nos arrastra a la ansiedad. Es un buen mecanismo para poder conocernos a nosotros mismo y conocer nuestras limitaciones.
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