Ramón, un joven aficionado al canto, acude a la señora Amelia, una profesora de fama severa y métodos estrictos, para que le ayude a preparar un canción con motivo de un evento especial para él: el memorial de la muerte de su madre. Tras varias negativas, la profesora accede a ayudarle, empatizando con ese dolor que comparten de haber perdido en poco tiempo a un ser querido, y comienzan a preparar la canción en cuestión: La golondrina. Lo que Amelia desconoce es que tras esa canción se esconde una historia que le toca de cerca, un dolor compartido y un amor que, en diferente escala, atañe a las dos personas presentes en esa sala.
Con este argumento se nos presenta ‘La golondrina’, un texto del dramaturgo Guillem Clua que desde el 13 de noviembre hasta el 10 de enero se representa en el Teatro Infanta Isabel de Madrid de la mano de dos grandes nombres de la ficción española como son Dafnis Balduz y Carmen Maura. Sin embargo, esta historia va mucho más allá de una lección de canto y una historia en común. Esta es una historia de dolor y sufrimiento en sus niveles más extremos, pero también de empatía y amor que, en distintas manifestaciones, conducen al sentimiento más primitivo.
Lo que inspiró al dramaturgo a escribir esta obra fueron los diversos atentados terroristas que sembraron pavor en el mundo hace unos años: París, Niza, Barcelona y, más específicamente, la masacre del 12 de junio de 2016 en Pulse, la discoteca gay de Orlando que dejó un gran número de víctimas y un aún mayor horror tras él. Sin embargo, ‘La golondrina’ no se queda aquí, en la obra se va mucho más allá: aquí se habla de lo que queda cuando semejante atrocidad toca de cerca, del odio que emerge ante la incomprensión de tales actos, de la empatía por el sufrimiento ajeno y el amor por el recuerdo que logra sobreponerse al odio de quien lo arrebata.
El diálogo y la interacción de los personajes de ‘La golondrina’ nos harán partícipe de un viaje espiritual a través de todas las espinas que quedan en el alma tan solo de imaginar una situación así. Lo que nos hace humanos es, según la señora Amelia dice en la propia obra, es el dolor y la empatía hacia el dolor ajeno. Durante lo que dura la representación, seremos más humanos que nunca. La magistral interpretación de estos dos veteranos del gremio despertará no solo admiración por un trabajo que ya se presuponía bueno, sino que transmitirán la angustia de haber perdido a un ser amado en un acto tan cruel, la incomprensión frente a dos puntos de vista que difieren a pesar de confluir en lo más importante, el amor roto que se queda a pesar de todo.
Porque, además de las cuestiones que atañen propiamente al alma humana, también hay espacio en esta obra para cierto debate político y social de gran vigencia en la actualidad. El choque entre el conservadurismo y la libertad ponen de manifiesto una situación a la que aún se deben enfrentar muchas personas: una madre que adora a su hijo por encima de todas las cosas y que, incluso después de habérselo arrebatado como lo hicieron, es incapaz de admitir quién era y a quién amaba. Más allá de cuestiones generales, seremos también partícipe en primera línea del viaje emocional de una madre que se da de bruces con la realidad que tanto a querido negar. Al final, será la música, ese lenguaje universal, quien se encargue de desvelar el final de la historia.
‘La golondrina’ compagina el deleite de un trabajo bien hecho con la dureza de una historia que atañe directamente a las emociones más arraigadas al alma, todo ello con cierto aire de belleza conciliadora que solo puede transmitir eso que, pase lo que pase, siempre está ahí para amansar a las fieras: la música.