Dicen que cuando algo se repite es que ha salido bien. Y aquí me tenéis, plantada en el medio, justo en el centro del patio de butacas; con una chaqueta de seda y lentejuelas, esperando a que el photocall termine y que lo verdaderamente interesante comience.
Me encuentro en la misma sala en la que Luis Buñuel proyectó en 1933 su primera película, Las Hurdes. Tierra sin pan; y el corazón se me encoge, solo un poquito. Porque hoy hemos venido a celebrar el cine, el arte, el talento, y sobre todo, el talento de las mujeres.
Su presentadora comienza con un monólogo. Han tenido problemas técnicos y todo el material audiovisual que tenían preparado no va a poder ser proyectado. Es una pena. Todo será más teatral, pero yo no tengo problema. Esa es mi alma máter.
El humor pocas veces es elegante. Como cualquier arte, las interpretaciones son diversas, y la interpretación da lugar a la ofensa, y más que a la ofensa, a sentirse ofendido. Las tres humillaciones de los hombres: dos de ellas que no son el centro del universo, y que vienen de los monos (la tercera no me acuerdo, Bea; perdóname). Pero es un discurso ingenioso, con chispa y que pica. ¡Hombres de la sala! Que estáis en un festival de Cine por Mujeres. ¿Qué esperábais? ¿Que habláramos de los típicos clichés y chistes fáciles que se han ido sumando toda la vida? Venga, por favor.
Es el turno de darle el premio a Teresa Font, la cual tiene un currículum más largo que La historia interminable. Y eso me enorgullece como mujer, como periodista y como amante del cine. Carmen Calvo, vicepresidenta del gobierno, da un discurso muy acertado. Es interrumpida varias veces con aplausos que han nacido desde el impulso. El cine es el único sitio en el que entro, me voy de la vida; luego vuelvo, y parece que se me hace más llevadera’.
La película Conociendo a Astrid nos sorprende. Es buena. Es muy buena. Esta película recupera los años difíciles de la trasgresora autora de Pipi Cazaslargas. Todos, en mayor o menor medida, hemos crecido con las historias de esta señora.
Su argumento es dinámico. No posee un guion enrevesado y los saltos de tiempo están bien medidos. El espectador puede seguir la película con facilidad y las actuaciones por parte del reparto resaltan por su brillantez.
La poca elegancia de Astrid es suplantada por su inocencia e incomprensión por estar viviendo una situación que no comprende: ‘si somos iguales ante los ojos de Dios, ¿por qué mi hermano puede volver más tarde que yo a casa?’
La pena es que fue interrumpida por “fallos de la sala”, quizás sea hora de cambiar el proyector.
De todos modos, animo a todo el mundo a que vaya a verla. Se estrena el 3 de abril. Todos deberíamos de tener algo más de Astrid, pero sin tanto drama. De eso ya estamos servidos.