Tres días de fiesta, lujo y glamour, mil invitados y cuatro vestidos, dos de ellos, dignos de una princesa, firmados por el que ya es su suegro. Esas son las credenciales de la boda de las mil y una noches de Elie Saab Jr., hijo del célebre diseñador, y Christina Mourad, una consultora de finanzas especializada en fusiones y adquisiciones, celebrada en el Líbano.
Todo comenzó con una fiesta previa, en un resort de la meseta de Bakkish, en la que la novia se puso un mono con pantalón color crema y capa bordada y su marido, el único de los hijos del diseñador implicado en el negocio familiar, un traje con una capa tradicional.
Al día siguiente, el escenario fue otro, Bkerke, un lugar con más de seiscientos años de historia y sede del patriarcado de Antioquía de los Maronitas, una de las Iglesias católicas orientales que aceptan la autoridad del Santo Padre y por cuyo ritual se celebró la ceremonia respetando las tradiciones del país, como cuando la madre del novio va a buscar a la novia a su casa para que luego el padre del novio la lleve hasta el altar.
La novia deslumbró con un traje de Saab que llevó 500 mil lentejuelas, de cuello alto, sin mangas, en tul bordado con hilo de seda color marfil e hilo de lurex color champagne. El velo, como una especie de joya, tenía cinco mil lentejuelas más. Doce bordadoras y seis «petites mains» (costureras) necesitaron cuatrocientas cincuenta horas para bordar el vestido que demandó otras ciento cincuenta para moldear y crear el volumen; ochenta para diseñar los bordados y doscientos para su acabado. Fueron testigos Celio Saab (hermano del novio) y Mira, amiga de la infancia de la novia.
Para la fiesta posterior, organizada por Ziad Raphael Nassar en el exclusivo club Faqra, Christina dejó boquiabiertos a los mil invitados al aparecer con un «look» de princesa, también firmado por su suegro. Un diseño con corpiño en forma de corazón, falda con volumen y cola de 3,5 metros. El vestido era de tul bordado de hilo de lurex oro y de hilo de seda beige rosado con seiscientas cincuenta mil lentejuelas de color oro y ciento cincuenta mil cristales Swarovski, al igual que el velo. Un menú con cocina libanesa tradicional, actuación del DJ londinense Jamie Jones, mantas y cómodas «slippers» para las damas, y una tarta de nueve pisos de casi metro y medio de altura antes de los fuegos artificiales ponían el broche de oro a esta boda de ensueño.