La palabra “diversidad” hace referencia a “gran cantidad de cosas distintas”, es decir, a la variedad y abundancia de cualidades distintas en un determinado contexto. En la moda, hace referencia a las diferencias que puede haber en un grupo de personas, ya sea por el género, físico, discapacidad, sexualidad o etnia entre otros. Este término a menudo puede ser confundido con la inclusividad. Una sociedad inclusiva es aquella que reconoce que todas las personas tienen el mismo valor, solo por la condición de ser humano. El reflejo de estos valores en las pasarelas ha significado un avance en la lucha por la moda inclusiva.
Este 2020, en medio de una pandemia mundial, ha sido un año clave en el que se ha llevado por bandera el movimiento Black Lives Matter, convirtiéndose en un fuerte motor de denuncia sobre el creciente racismo en el que nos vemos inmersos.
La industria de la moda no siempre se ha caracterizado por ser inclusiva ni diversa, más bien lo contrario. Fue en 2015, cuando la diseñadora Miuccia Prada incluyó a la modelo dominicana Lineisy Montero en su colección otoño-invierno protagonizando la campaña de la firma italiana. Una jugada maestra que ligaría a la firma con la defensa de la diversidad cultural en la moda que tanto había proclamado Bethann Hardison, la conocida modelo activista de los setenta que fundó con Imán (una de las primeras modelo africanas) la Black Girls Coalition, fundación que proporciona defensa y apoyo a las modelos afroamericanas.
The Fashion Spot, reveló en uno de sus estudios sobre la publicidad en el sector de la moda que en 2019, de 529 modelos presentado/as en campañas de moda en primavera, el 34’5% eran modelos negros/as, mientras que en la misma campaña del 2020 aumentó a un 47%.
Más allá del terreno racial, la moda se ha convertido en el eco de otras denuncias sociales en cuanto a tallas, edades e identidades sexuales. Durante los desfiles de Otoño/Invierno de 2020, hasta 19 firmas incorporaron modelos curvy (un 18’8% más que el año anterior), y en 32 shows modelos LGTBI+ (un 14% más que en 2019). Algunas marcas como Versace e Inditex han apostado por modelos que salían del famoso convencionalismo 90-60-90, dando un paso hacia la normalización de las tallas y escapando de la “belleza” clásica más comercial.
Todo esto no supone el final de la lucha, sino el comienzo de un camino que nos lleve a unas pasarelas donde todo el mundo pueda sentirse identificado y se reflejen los principales valores de la moda: igualdad, aceptación y autoestima.