El cine refleja la sociedad en la que se crea. Es hijo de su contexto y, como tal, sus representaciones son fieles a las actitudes que se perpetúan en la vida real. En lo que a la mujer respecta, el machismo y patriarcado imperante en la sociedad han dejado su mella en las manifestaciones en la gran pantalla, así como en las oportunidades y reconocimiento a las mujeres que escriben y dirigen historias, que queda mermada a la visión de un mundo en el que mandan, principalmente, los hombres. Sin embargo, con el auge del feminismo en los últimos tiempos estamos siendo testigos de un cambio de paradigma en el que las mujeres toman la voz delante y detrás de las cámaras para contar sus historias, pasando de los estereotipos a la reivindicación del género.
El papel de la mujer en el cine es una cuestión que desde hace años viene siendo reivindicada, especialmente su papel dentro de la industria. En las grandes fiestas del cine no faltan las voces femeninas que se alzan para pedir más igualdad, trabajo y reconocimiento para todas esas expertas en la industria que, por el mero hecho de ser mujer, ven sus oportunidades reducidas de cara a sus compañeros hombres. Además, aún en la actualidad los sectores más feminizados dentro del mundo cinematográfico son aquellos que tradicionalmente han sido asociados a mujeres, es decir, vestuario, maquillaje o peluquería, mientras que en aquellos sectores considerados de mayor importancia son más complicados de encontrar un nombre de mujer. Y no es que falten directoras, guionistas o productoras, es que su camino es mucho más arduo que el de sus colegas de gremio.
En lo que a las historias de mujeres respecta, el cine ha pecado siempre de caer en estereotipos tradicionales fundamentados en la óptica machista. Así, la eterna dualidad entre mujeres sumisas, ingenuas, bellas y serviciales se oponía a la visión de la descocada, la que no acataba normas y que, por tanto, era mala. Además, el papel de la mujer en el cine ha estado muy ligado a la cuestión del deseo, proyectando en ella una imagen de objeto sexual solo apto para el placer del espectador, pero en ningún momento libre de disfrutar de su sexualidad. Junto a estas ideas también se han perpetuado otras como la necesidad de ser eternamente bellas, de encontrar un príncipe azul o de tener que renunciar a todo por un hombre.
Son numerosas las películas que caen en este planteamiento y visión de todo un género que, evidentemente, va muchísimo más allá. A todo esto se suma la cuestión de la edad. Las actrices que son “demasiado mayores para ser hijas y demasiado jóvenes para ser madres” repiten hasta la saciedad el desasosiego que produce en este gremio el riesgo laboral que supone cumplir años (cuando con los hombres no hay este problema). La edad se convierte en un escollo cuando eres actriz, pero nadie cuenta una historia realista, pues al disminuir a la mujer a un mero estereotipo, toda posibilidad de profundizar el personaje queda excluida y, con ello, la idea de que una mujer que sobrepasa la cuarentena tenga derecho a protagonizar un filme.
Por suerte, poco a poco esta situación va cambiando. Desde los cimientos de la misma industria las mujeres que se dedican a ello no dudan en utilizar cualquier oportunidad para reivindicarse como profesionales y para reivindicar también el derecho a contar historias fidedignas que representen con honestidad y justicia a la otra mitad de la población. Así, poco a poco vamos viendo cada vez más historias de mujeres en el centro de todas las edades y con todas las características, que huyen de los estereotipos y que cuentan situaciones con las que también podemos sentirnos identificadas sin necesidad de aspirar a un falso ideal.
Una gran parte del mérito de que las mujeres aparezcan cada vez más en el centro de la gran pantalla es que son, precisamente, mujeres quienes cuentan las historias. Y es que nada mejor que vivir en la piel de los protagonistas para hacer calar la historia, y nadie mejor que las mujeres para relatar de la forma más veraz las cuestiones que preocupas, animan y conmueven de verdad a las mujeres (porque no, no todo en la vida es girar alrededor de un ideal de belleza y un hombre).
El cine es un gran escaparate de la sociedad y, como tal, refleja ávidamente los cambios de circunstancias que se producen en ella. Esta sociedad ha estado tradicionalmente marcada por un machismo que se ha encargado de relegar a la mujer al segundo plano, de adjudicarle como única misión en la vida encontrar un príncipe azul y de quitarles mérito según pierden la edad de ser guapas. Sin embargo, los tiempos están cambiando y las mujeres están tomando la palabra para decir que su voz y sus historias también merecen colocarse en el epicentro del séptimo arte, pudiendo gozar cada vez más frecuentemente de películas que nos relatan de una forma más fidedigna qué es ser mujer.
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