Entrar en una sala de teatro y recibir una bolsa de cotillón no es lo más habitual. Como poco, deja las expectativas altas y al público un poco desconcertado. Sin embargo, con la situación en la que llevamos desde marzo, cualquier excusa para celebrar la vida (con las medidas correspondientes) debe ser aprovechada. Así que pronto el patio de butacas se inunda de gorros de cartón, collares hawaianos y máscaras que, sumándose al combo de la mascarilla, dibujan un retrato de lo más cómico dentro de esta nueva normalidad
Precisamente, es esta nueva normalidad la que desaparece (al menos de nuestra mente) en lo que dura la obra. En el escenario aparecen tres figuras a punto de vivir ese evento tan ansiado y que este año echaremos de menos: la fiesta de Fin de Año. De primeras, un ataque a la nostalgia y al recuerdo de lo que fue y no volverá a ser en un tiempo. Arranca ‘La noche del año’, un nombre que no puede ir más acorde al tema que trata la obra, un acto generoso que permite hacernos partícipe desde la ficción de una fiesta a la vieja usanza.
Noe, Lito y Lucia son los protagonistas de esta noche y esta fiesta. Cada uno con sus circunstancias, su sentido del humor y sus propósitos personales, salen dispuestos a recibir el año nuevo por todo lo alto. Pero quien haya vivido una buena fiesta sabe cómo sale, pero no cómo entra, a veces cuesta recordar hasta qué pasó entre medias. Y eso es lo que les pasa a nuestros protagonistas cuando el 1 de enero amanecen sin saber muy bien si arrancaron el año con el pie derecho.
Protagonizada por Ger, Paula Reyes y Sara Herranz bajo la dirección de Víctor Páez, esta función nos hará partícipe de todos los momentos del antes, durante y después del primer evento del año. Además de las afrentas personales de los personajes (y las risas que esas nos arrancarán), sentiremos de nuevo la euforia de entrar por fin a la discoteca, de pedir la primera copa y de bailar como si no hubiese nadie alrededor canciones diseñadas exclusivamente para perrear. Sin embargo, no solo se queda ahí, sino que sentiremos en nuestro cuerpo los efectos del día después, y seremos capaces de vernos reflejados (en mayor o menos medida) con el comité para tratar de formar la imagen más exacta de los hechos a base de retales de recuerdos fugaces.
‘La noche del año’ es una comedia divertida y mamarracha donde el espectador olvidará que está en la sala 4 de los Teatros Luchana para trasladarse a la discoteca que más añore y volver a bailar sobre una tarima los éxitos de ayer y de hoy que hace no mucho fueron la banda sonora de cada fin de semana. Pero, además, también es una oda al desmadre y la resaca, a la pizza del día después y a la reconstrucción de los hechos entre amigos, a la vergüenza propia y ajena, a decir que, a pesar de todo, fue una gran noche. ‘La noche del año’ pretende trasladarnos a Nochevieja, aunque, en realidad, nos evoca todas y cada una de esas fiestas que ya no pueden ser. Por un momento, es una vuelta a la antigua normalidad.