El pasado 8 de enero de 2021 volvía La ramera de Babilonia. En esta ocasión, lo hace en la Sala Lola Memdrives del Teatro Lara. Entre intercambios de monólogos, cuatro chicas (interpretadas por Ana Azorín, Inés Kerzan, Jennifer Rubio y Ángela Peirat) critican el machismo y la animadversión de la Iglesia hacia las mujeres. Ramón Paso, escritor y director de la obra, pretende con esta sátira reivindicar el feminismo. Gemidos, ironía y provocaciones conforman una representación con la que te troncharás.
El feminismo es un asunto de hombres y mujeres. Es buena señal ver tantos hombres como mujeres entre el público de una representación como esta. Empieza el «Auto Sacramental blasfemo» como proclama Ana Azorín. Y desde el comienzo las cuatro estupendas actrices marcan el vertiginoso ritmo de la obra. Airean los trapos sucios del catolicismo; denuncian injurias escritas en la Biblia sobre la mujer; critican la visión de la Iglesia católica sobre temas como el aborto, la homosexualidad o la sumisión; y además, cuestionan algunos relatos y dogmas católicos.
La obra tiene una retahíla de pasajes que te hacen llorar de la risa. Como el de Adán y Eva. La primera mujer de la historia, Lilith, cuenta la fábula desde su propia perspectiva. La Iglesia la señala como una infiel que vagaba por el infierno tragando el semen de todos. ¡Y todo por querer hacer algo más que el misionero con Adán! Sin duda, el diálogo entre Lilith y Eva es oro puro.
En cuanto a las actrices, ¿Qué puedo decir? Su desinhibición, su pasión y su entrega las hacen brillar. Entre acto y acto consiguen animar al público al ritmo del ya himno «Girls Just Want to Have Fun«. La puesta en escena es bastante mejorable, pero su interpretación nos transmite a la perfección su denuncia. Además, es evidente la comodidad que sienten interpretando la obra de Ramón Paso. Consigues creerte lo que dicen porque realmente lo sienten. Y como lo hacen mientras te hacen llorar de la risa mucho mejor.
Quizás sea necesario transmitir un mensaje así, entre risas e ironía, para ser conscientes de la profundidad de lo que cuentan: cuestiones que no debemos dejar pasar. Como las espeluznantes declaraciones de representantes del catolicismo que defienden la violación como consecuencia de una provocación. O el claro posicionamiento de la Iglesia contra el aborto, pero no contra la pedofilia.
A pesar de las incomodísimas sillas de la sala y la excesiva duración (casi dos horas), La ramera de Babilonia es una función muy recomendable. La ovación final a las actrices fue más que merecida. Consigue hacernos reflexionar sobre lo que las mujeres hemos sufrido a lo largo de la historia para llegar hasta aquí: nos quemaban, nos violaban, nos sometían. Ahora decidimos, hacemos lo que nos da la gana y nos rebelamos si es necesario. Y si no someterse todavía es pecado. Que Dios nos pille confesadas.
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