‘La última función’, obra que da paso a la creatividad, los nervios previos antes de estrenar una función y la certeza de personajes que mantienen un hilo en la historia junto a sus peculiaridades y su trasfondo. Bien es cierto que, en un primer comienzo no sabes muy bien hacia dónde se dirige. Frases y movimientos en direcciones que dejan al espectador un poco en alerta sobre cuándo empieza de verdad la función.
En efecto, la realidad es que La última función comienza desde el minuto uno en el que pisan el escenario. Dejar fluir a la imaginación de quienes están sentados observando la escena para tratar de conectar de la forma más natural posible con el público. Es una manera de hacer comprender que toda obra tiene un trabajo minucioso y cuidado detrás, que es indiscutible y que no estamos acostumbrados a ver en el momento de la acción.
En ella se relata en primera instancia, la vida de un padre y una hija que viven solos pero juntos. Sin embargo, todo se tuerce cuando entra en la historia una tercera persona; un joven que con sus mil intentos de explicaciones posibles intentará ganarse a la joven con el único objetivo de casarse con ella. Pero no lo tendrá fácil, sencillamente porque él mismo lo enredará todo de tal forma para no llegar a ninguna conclusión.
Más en concreto hablamos de Chema Moro, Javier del Arco y Patricia Delgado que han retratado textos de Chéjov bajo la dramaturgia de Manuel Cardemo Sama. El trabajo de estos actores fue impecable para el público. Al final en la relación actor-espectador tiene que crearse una conexión y unas ganas ímpetus de continuar lo que se está haciendo. Las risas entre las butacas se hacían notar más que por lo que decían, por las múltiples expresiones que tan importantes son en teatro. De hecho, es parte crucial de la labor de un actor cuando se enfrenta a una obra teatral, el saber comunicar sin decir una palabra.
Ya solo por eso, merece la pena ver esta obra. No es monótona, ni tampoco siempre en silencio. Pero hay gran acentuación en los gestos esa es la realidad. En cuanto a los actores, Patricia tenía el personaje más cómico, Del Arco mantenía la energía en su línea en toda la actuación y Cardemo postulaba sobre una apariencia y un acento que poco tenían que ver con su persona. Los tres juntos consiguieron que al final la gente quisiera reírse un poco más.
Solo en sueños puede interpretar
Las oportunidades pasan, y no vuelven
No obstante, sin cerrar el telón, el escenario cambia, se oscurece y aparecen otros dos personajes más en el que representan la vida después de la escena, la vida después de interpretar, la vida después de acabar tú último trabajo, la vida después para seguir viviendo. Es el mensaje que tratan de transmitir cuando un actor se va a jubilar. Ese sentimiento de no querer dejar nunca el teatro, porque siempre formará parte de sí mismo. Sin embargo, debe enfrentarse a su más cruda realidad y es que llegará el momento en el que ya no escuchará los aplausos, ni el telón se abrirá para entrar en escena.
Hay mucha gente que sigue viviendo después de su última función
Alberto Romo consigue con el silencio y las pausas debidas encauzar un texto brillante. En el que refleja la vida de un actor ante su inminente retirada. El miedo, los desasosiegos, la incertidumbre… mientras charla junto a Pilar Cervantes que interpreta a una limpiadora con el sueño frustrado de haber querido ser actriz toda su vida. Para cerrar La última función y entender que la magia que trae consigo el teatro pasen los años que pasen seguirá estando viva. Y mientras éste siga vivo, un actor nunca dejará de ser un actor, aunque deje de subirse a un escenario. Morirá siendo actor y con él, todos los personajes que algún día interpretó. Incluso aquellos que quedaron navegando en la memoria y que por h o por b nunca pudieron ver la luz.
Si a soñar vamos, permanezcamos despiertos.
Ya lo dijo el soñador español.
La vida de una, y los sueños, sueños son
En conclusión, esta obra ha sido divertida, diferente, pero, sobre todo, tiene alma y ésta nunca muere en el teatro. He adorado esta profesión desde niña, y ver esta función con los ojos con los que la veo me hacen darme cuenta de que el actor se puede sentir solo una vez que se va, pero el teatro es una maravilla que nunca debe acabar. Gracias a La última función por mandar un mensaje tan bonito y lleno de sabiduría. Como decían en la primera parte de la obra ‘qué es la vida sin una función de teatro’.
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