Detrás de las Joyas de la Corona de muchas monarquías del mundo se esconden leyendas cuanto menos interesantes, piezas únicas y siglos de cuidado y mimo. Estas joyas se han convertido en verdaderos símbolos reales. Por eso, en HOY Magazine te contamos algunas de las historias únicas que se esconden tras las Joyas de la Corona europeas.
A diferencia de otros países, España no tiene una colección conocida como “Joyas de la Corona”. Por esta razón, la reina Victoria Eugenia reunió antes de su muerte una serie de piezas que deberían pasar de generación en generación. Esto se conoce como “joyas de pasar”.
De las piezas, la tiara de la Flor de Lis es la que ha alcanzado mayor protagonismo en la Casa Real española por motivos evidentes; las flores de lis forman parte de la Dinastía Bornónica. El diseño es de la casa madrileña Ansorena y fue un regalo del rey Alfonso XIII a la reina Victoria Eugenia en 1906.
La tiara del Imperio es la joya más destacada de las Joyas de la Corona de la Casa Real de Bélgica. En 1926, cuando la princesa Astrid de Suecia se casó con el rey Leopoldo III de Bélgica, recibió como regalo esta imponente pieza de diamantes que proviene del Congo. La tiara está formada por dos piezas y sus puntas representan las provincias que en el pasado formaban parte del reino belga.
Las Joyas de la Corona danesa tienen una larga historia. La colección está formada por tiara, gargantilla, pendientes y broche y fue creada en el año 1804 por encargo de Napoleón para su novia Desireé Clary.
Las piezas están formadas por brillantes y rubies y tienen un valor incalculable. La reina Desirée dejó estas joyas a su nuera, la reina Josefína. Las joyas de la Corona formaron parte de la casa real sueca hasta que su bisnieta Luisa se casó con el Federico de Dinamarca.
La Corona imperial británica es una pieza icónica del país. La corona de San Eduardo se mandó diseñar para la coronación de Carlos II en 1661. Es considerada una de las joyas más importantes de las monarquías europeas, no solo por el valor de sus piedras preciosas, si no por su valor histórico. Esta corona simboliza el poder de la monarquía británica y solo es utilizada en el momento de la coronación.
Debido a su peso, (casi dos kilos) en 1838 cuando la princesa Victoria de Hannover llegó al trono se encargó un nuevo diseño. Se llevó a cabo en los talleres de rundell Bridge & Rundell y está confeccionada con oro, platino, plata y brillantes. Esta pieza ha coronado cinco dinastías y se guarda en la Torre de Londres, de donde es trasladada cada año al Palacio de Westminster para la apertura del Parlamento.
Esta tiara de la Casa Real de Noruega está formada por diamantes y esmeraldas trabajadas por el joyero francés Bapst en el año 1804 para la Emperatriz Josefina, esposa de Napoleón. La increíble pieza ha pasado por la monarquía sueca hasta que la Princesa Ingebord de Dinamarca entregó la tiara a su hija Marta.
Marta huyó de Noruega en 1940 cuando debido a la II Guerra Mundial el País fue invadido por los alemanes. Se refugió en su país natal, Suecia, pero más tarde se trasladó a Estados Unidos. En 1945 la princesa volvió a Noruega. Esta tiara es la favorita de la Reina Sonja, esposa del Rey Herald de Noruega.
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