Todes, alumnes, niñes… Cada vez más vemos palabras como estas, donde se neutraliza el género masculino y el femenino para referirse a un público más plural. Esto ha generado -y está generando- grandes debates, donde mucha gente lo pone en uso, pero donde otra mucha lo critica. ¿Realmente debemos cambiar las reglas del español para que nuestro discurso sea más inclusivo?
En los últimos años, movimientos sociales como el feminismo o el colectivo LGBT+ no solo han ocupado las calles y la conciencia de la gente, sino también nuestro habla. Siempre hemos escuchado eso del ‘masculino neutro’ y la ‘economía del lenguaje’, donde, para referirse a toda la población o un conjunto genérico, se hace uso exclusivamente de sustantivos o adjetivos masculinos. Es aquí donde el feminismo alza la voz para reivindicar que en este género no están incluidas las mujeres y, por tanto, se necesita una jerga más general donde ambos sean nombrados explícitamente.
Sin embargo, hay gente ve esto como algo absurdo, innecesario y estúpido, porque, claramente, pulsar unas teclas más o gastar un poco más de saliva diciendo, por ejemplo, «todos y todas»… ¡es realmente agotador! La cuestión es que economizar el lenguaje utilizando el masculino neutro puede hacer que ciertas personas no se sientan incluidas. Simplemente se pide una ampliación del vocabulario en el mensaje para su expresa identificación, un acto que no hiere a nadie. Pero aquí ya no nos centramos solo en hombres y mujeres, sino en más identidades.
Hay quien considera que solo hay dos géneros y hay quien relata que son más los existentes. Sin embargo, debemos tener en cuenta que los límites de la identidad son cada vez más difusos. Ya no existe únicamente el blanco y el negro, sino una amplia gama de colores a la que nos debemos acostumbrar, al igual que nuestra manera de referirnos hacia todas estas personas. Es muy fácil aludir a un hombre o una mujer, pero ¿cómo nos referimos a una persona no binaria o de género fluido? Desde hace relativamente poco, hemos visto cómo la -e es usada para neutralizar aquellas palabras masculinas o femeninas para que estas personas del colectivo LGBT+ se sientan incluidas. Ya no es «todos y todas», sino «todos, todas y todes», y esto ha generado aún más polémica, donde se alega que esta última palabra no existe.
¿Cuándo ha habido siempre un mismo lenguaje? ¿Cuándo se ha quedado estable y no ha evolucionado? El español actual no es el mismo que el español de hace cien años, y mucho menos que el de la época de Cervantes. Cada lengua va evolucionando según su historia, y la historia la hacen las costumbres, pero, sobre todo, la sociedad. Se adapta a las necesidades y usos del momento, de lo popular. Pongamos un ejemplo: Si nos remontamos a nuestra lengua base, podemos apreciar que la palabra ‘agente’ proviene del latín agens, agentis. Pero, si analizamos ‘presidente’, vemos que tiene su origen en praesidens, praesidentis. Misma declinación, ¿verdad? La mayoría de sustantivos y adjetivos con estas características no han evolucionado en cuanto a género, sino que son neutros y válidos tanto para masculino como para femenino. ‘Agente’ es uno de ellos; no decimos agenta.
En cambio, ¿qué pasa con ‘presidente’? También utilizamos la palabra en femenino ‘presidenta’, reconocida por la RAE. Aun teniendo origen neutro, esta tiene cabida en los diccionarios sin ningún problema debido a su uso común y popularización. Así que, sí, grosso modo, la palabra ‘presidenta’ nos la hemos inventado. Es un ejemplo de cómo en muchas ocasiones el lenguaje se crea y evoluciona gracias al uso popular y no por unas reglas establecidas. Porque son estas reglas las que se adaptan al lenguaje y no al contrario.
Utilizar términos genéricos como ‘personas’, ‘alumnado’ o ‘ciudadanía’ es también una buena opción para llegar a ese objetivo de inclusión. Además, el latín, madre de nuestro español actual, acogía ese género neutro, y quizá no sea mala idea retomarlo con otra forma para referirnos a un público que ahora es más general y diverso. En países angloparlantes ya está normalizado el apelar al colectivo no binario o de género fluido con they, un pronombre neutro que ha existido siempre en su vocabulario. Porque no es solo cuestión de lenguaje, sino de visibilizar e incluir a las minorías en el discurso. Toda persona debe sentirse segura y reconocida por la sociedad y por las instituciones, y si para ello se deben hacer cambios en el lenguaje, se harán.
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