Desde las campanadas, el nombre del manchego Manuel Piña no ha dejado de sonar en el panorama de la moda española. Conocido como el “Almodóvar de la moda”, este español sigue presente en los libros de historia y en las mentes de todo amante de la industria.
Como todo futuro gran diseñador que nace en un pueblo pequeño, en este caso, un pueblo de Ciudad Real llamado Manzanares, se trasladó a Madrid con 20 años para comenzar su trayectoria en un pequeño taller de punto. Haciéndose notar y destacar por encima del resto, debutó en el Liceo de Barcelona con su primera colección prêt-a-porter y más tarde entrará a formar parte de los córners de Galería Preciados bajo el nombre de Nuevos Creadores Españoles.
Pero en realidad, la vanguardia de la moda no le recuerda únicamente por eso. Sus colecciones destacaron por crear una nueva tendencia en la España renovada, una nueva mujer. Fue uno de los máximos exponentes del famoso movimiento la Movida Madrileña a principios del a transición.
No obstante, su trayectoria culminó con su debut en la Pasarela Cibeles en sus inicios. Junto con Antonio Alvarado, Domingo Córdoba, Jesús del Pozo, Jorge Gonzálvez y María Moreira, fueron los seis valientes creativos que bajo la carpa colocada en la Plaza de Colón en 1985 presentaron sus colecciones.
A partir de este momento, a Manuel Piña se le empezó a reconocer por dotar sus desfiles de un imaginario único con carácter propio, música y localizaciones inimaginables, como en el ferrocarril, el circo o incluso retratando el Liceo de Barcelona, el primer lugar donde desfiló y presentó su colección prêt-a-porter. Lugares que hoy en día nos parecen comunes para acudir o incluso con encanto para que una casa de moda nos teletransporte a ese lugar. Pensamos en firmas como Chanel y sus grandes despliegues escénicos para convertir las pasarelas en un lugar totalmente distintos, y transportar a los espectadores a un lugar lejos de la rutina y el ruido de la ciudad. Esa finalidad, ya la encontró Manuel Piña.
De hecho, en esos grandes desfiles, dotaba a la mujer de gran protagonismo mediante prendas con grandes volúmenes, formas geométricas, hombros marcados y reapropiaciones del imaginario español.
Ya lo hemos podido ver en el vestido de esta pasada Noche Vieja de Cristina Pedroche. Una pieza del fallecido modista de la colección de primavera/verano 1991, prestada del museo dedicado al diseñador y que se encuentra en su localidad natal, en Manzanares de Ciudad Real.
Sin duda, los archivos llenos de polvo y las historias ocultan, nos enseñan la importancia de revitalizar a estos grandes diseñadores. Y Manuel Piña es la sabia que ha vuelto a nacer después de varios años escondido entre el polvo de los documentos olvidados.
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