Martita de Graná ha sido uno de los descubrimientos del 2020, sobre todo durante la cuarentena. Su humor, su desparpajo, y por qué no decirlo, su poca vergüenza y su naturalidad conquistaron a más de un millón de personas que ahora la siguen en Instagram. En su cuenta @martita_de_grana sube vídeos haciendo humor de las cosas más cotidianas del día a día, con esa gracia tan andaluza.
Se dio a conocer cuando hizo un video resumen de su querida tierra (para los que todavía no se hayan dado cuenta, Granada) donde resumía todos sus encantos. Ahora gira por España con su espectáculo “Mi padre flipa”, que la trajo a Madrid del 14 al 17 de enero haciendo “sold out” cada uno de los días. El nombre viene, precisamente, porque su padre no puede creerse el éxito que cosecha su hija.
La granaína se sube al escenario del Teatro Capitol agradecida con su público, a ritmo de Mi gente, de J Balvin y Willi William, con una cerveza en la mano. Comienza el monólogo charlando un poco con el público y, a pesar de ser cómica, lo primero que hace es ponerse seria y avisar de que su espectáculo no está pensado para escatológicos ni para tiquismiquis. Su humor es así, directo y franco. Pero ni en esas es capaz de guardarse el chiste.
Hábilmente involucra al público constantemente, que le sigue el juego encantado, y se acompaña de una pantalla donde proyecta algunos de sus vídeos más graciosos. Para continuar con la sencillez, lleva un moño bajo despeinado y viste una sudadera, leggins y zapatillas.
Lo que viene a continuación es un relato sobre todo lo más cotidiano y anodino de nuestras vidas que, contado por ella, provoca carcajadas. Martita de Graná se rie de ella misma, de sus problemas y de las locas situaciones que le tocan vivir, muchas de ellas junto a su madre. Pero sobre todo, destapa tabúes como la masturbación y la pornografía; y no se consuela con tratar de ellos, sino que nos cuenta sus experiencias e invita al público a mojarse sobre las suyas. En medio del relato habla de complejos, cuerpos e inseguridades, sin medias tintas ni adornos, se muestra tal y como es: cercana y sencilla.
Es esa cercanía lo que hace que el público conecte con ella. Es agradecimiento de tener delante de ti que te hable de la vida sin filtros de Instagram ni fajas reductoras. Que te cuenten un relato que, dentro del ingente peso de las apariencias, te dice «tranquila, que a todas nos pasa».
Dentro de lo gracioso, Martita de Graná encuentra unos segundos para lanzar mensajes importantes (y un poco Mr Wonderful) sobre el maltrato animal y la superación de nuestros límites. Al terminar el espectáculo, como viene siendo costumbre, termina todo lo que le queda de cerveza de un trago y desaparece por un lado.
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