No es ninguna novedad el hecho de que la sociedad ha avanzado, incluyendo cambios de mentalidad (aunque no los suficientes), mejoras y, en definitiva, apuestas por llegar a un nivel de civismo un poco más… ‘actualizado’.
El caso es que el amor ya no es lo que era, y mucho menos después de que Hollywood tiñese de imposibles las relaciones. No obstante, y gracias a quien sea, en la actualidad, las mujeres podemos elegir con quién casarnos, besarnos y acostarnos (menos cuando nos violan, claro está).
Es por eso, que no es de extrañar que en pleno estallido millennial, cuando las generaciones se han vuelto 3.0, el amor se haya vuelto Tinderiano. Porque la gente ya no se conoce en las cafeterías o en las fiestas de amigos de amigos, sino en aplicaciones como Tinder. ¿Pero qué pasa cuando dejas al destino en manos de algoritmos? Pues que posiblemente, el resultado no sea el que busques.
No es de extrañar que en pleno estallido millennial, cuando las generaciones se han vuelto 3.0, el amor se haya vuelto Tinderiano
La periodista Judith Duportail se lo preguntó tras una ruptura, y decidió instalarse una de las aplicaciones de citas más famosas del mundo, Tinder. Sin embargo, no tardó mucho en darse cuenta de que algo no iba bien. No había romanticismo (y era de esperar), pero hacerse preguntas es algo que solemos hacernos los periodistas.
Así, Duportail nos muestra un viaje hacia las entrañas de Tinder y pone las cartas sobre la mesa. “Las mujeres utilizan Tinder para subirse la autoestima, los hombres para tener un lío de una noche”; la primera en la frente.
Todos tenemos una nota de deseabilidad que nos hace competir los unos contra los otros. En resumen, en Tinder, el amor es una competición
¿Pero cómo funciona exactamente Tinder? ¿Qué información se baraja cuando decides deslizar hacia la derecha o la izquierda? Porque lo hacemos con cierta automatización. También nos lo cuenta. ¿La respuesta? La llamada puntuación Elo. “Lo que tenemos que entender es que, cada vez que se muestra tu perfil a una persona, se juega un mini torneo, como un partido de fútbol o una partida de ajedrez. Es más, el responsable del producto de Tinder lo precisa en el artículo: cuando se muestra tu perfil a una persona, se te está emparejando contra ella. Si la persona contra ti tiene un nivel alto y le gustas, ganas puntos. Si tiene un nivel bajo y te ignora… Los pierdes”. ¿Conclusión? Todos tenemos una nota de deseabilidad que nos hace competir los unos contra los otros. En resumen, en Tinder, el amor es una competición.
“Las mujeres utilizan Tinder para subirse la autoestima, los hombres para tener un lío de una noche”
Pensar en este tipo de cosas cuando entramos en la aplicación no es algo usual, pero saberlo tampoco está nada mal. Sobre todo, porque los convenios de Tinder con otras redes como Instagram, Facebook o la última, Spotify, no sirven para añadir información y perfilar tu información para hallar a personas que sean más afines a ti, sino para traficar con tus datos: tus gustos musicales, tu formación, tus datos personales como dirección, teléfono…
Aunque claro, como en cualquier aplicación, si pagas, te prometen el séptimo cielo: “Es un crimen perfecto. ¿Habrá creado tener un algoritmo injusto, que pone a los feos con los feos y a los guapos con los guapos? ¿Habrá una jerarquía sexual basada en las puntuaciones de lo de cada uno? ¿Ofrecerá Tinder a cada usuario la posibilidad de escapar a su propio algoritmo si paga y así vivir durante 30 minutos la buena vida del triunfador de la puntuación Elo, de visitar durante media hora los salones de primera clase antes de volver a su sitio? Todo estaría planeado, el palo y la zanahoria, el problema y la solución.”
“Todo estaría planeado, el palo y la zanahoria, el problema y la solución”
Sin embargo, no os creáis que “El algoritmo del amor. Un viaje a las entrañas de Tinder” es solo un libro más, un ensayo para poder averiguar cómo, nuevamente, tratan de vendernos la moto. Porque además, Judith se confiesa ante nosotros. Nos cuenta cómo es humana, cómo siente esa necesidad de ser amada, de que la quieran, ese desasosiego al sentir que quizás no es suficiente. “Apenas unas palabras y vuelvo a sentir de inmediato esa mezcla de humillación y rabia que despiertan esos tíos que fuerzan, a los que no les importa lo que pienses, que ni siquiera en buscan seducirte, que dan por sentado que todas las mujeres tienen que responder a sus mensajes podridos y llenos de faltas, que te consideran de entrada como su sirvienta y protestan si no eres dócil, si no te plantas en su casa en cuanto te lo piden para dejar que se corran dentro de ti, insistirán hasta que se cansen de insultarte. Según informe de la ONU publicado en 2015, un73 % de las mujeres hemos recibido insultos y acosos en línea, un 73%.”
”Según informe de la ONU publicado en 2015, un73 % de las mujeres hemos recibido insultos y acosos en línea, un 73%.”
¿Y sabéis qué? No os voy a contar nada más, porque Judith Duportail y su libro “El algoritmo del amor. Un viaje a las entrañas de Tinder” ya se encargará de resolver todas vuestras dudas.
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